Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaria escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo. SALVADOR ELIZONDO, El Grafógrafo.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Fiascos regalones

Cuánta razón tenías, señor Freud. Tanta puede ser su complejidad, la ‘especial’ naturaleza, tan… tan complicadas que te pueden llevar a un coágulo cerebral. Continúa carcomiendo mi pensamiento tus palabras. Tú, en tu vasto conocimiento del tema, llegaste a una conclusión que, con la situación en la que me encuentro, la adopto como la más genuina de las verdades.

Creo que, desde el principio, no debí meterme en estas cosas. Comprometerse sobre asuntos que uno desconoce son avientos muy atrevidos y aventuras poco sensatas. Echando a perder se aprende, dicen; pero en estas lides, solo basta la más mínima equivocación en la primera oportunidad para que pases a mejor vida. No es que esté siendo exagerado, o tal vez sí; es que la circunstancia lo amerita. No es fácil darle en el clavo, en la yema del gusto. Duda tras duda me zarandea tanto que, al final, termino nuevamente en el principio, en nada. Me parece que depende mucho del momento que están pasando, eso tiene mucha relevancia en sus estados de ánimo -ya me fregué, esto es para fines de mes-.

No es que sea la primera vez, ya hubo otras anteriores. La diferencia está en que antes la cosa fue entre varones. Entonces, fue más fácil. Entre nosotros no podemos fallarnos, nos conocemos, sabemos con qué estamos tratando y cómo darnos satisfacción. Aunque, para ser sincero, se siente extraño, como incomodo. El dar y el recibir, los abrazos en sí, se sienten raros. El contenido que ellos conllevan, me parece, que es lo transforma el detalle. Pero luego esa fastidiosa sensación se disipa al descubrir la ofrenda que tienes delante de ti. Una grata sorpresa y un momento feliz están asegurados. Pero tampoco puedo decir que lo encuentros mixtos fueran malos. Existen damas que, pareciese, se olvidan por un momento de su pensamiento femenil y adoptan uno masculino. Se ponen en nuestros zapatos, atinando en lo que más nos gusta. Al igual que nosotros, para ellas, también, no debe simple. Sin embargo, las hay, como yo, que sufrimos al tratar de deleitar al otro. Ya en pasadas ocasiones quedé como un saco de combustible orgánico cuando se lo entregué. Vi como su rostro trataba con todas sus fuerzas de aparentar agrado, forzaba a que sus labios sonrieran aunque ellas se negaran profundamente. Otras no me dijeron palabra, solo me acribillaron a quemarropa con una miradas tan odiosas que harían llorar a cualquiera. Mientras más bonitas más rencorosas. Luna fue la más directa en sus expresiones: “Que asco”, murmuró delante de mí. Vaya chica; no la he vuelto a ver. Son tan distintas unas de otras. Creemos conocerlas bien pero siempre hay facetas, caracteres, placeres que ignoramos. No las conocemos a ninguna ¿Quién puede ser capaz, tan valiente de decirse que es un total conocedor del pensamiento femenino? ¿Acaso existe ese ser? Lo dudo realmente.
Qué le vamos hacer. Me metí solo en esto y de la misma forma debo salir. Solo espero que no me lo aviente por la cara cuando se lo dé. ¿Cosméticos? No. pensaría que la estoy tildando de fea. ¿Peluches? Tampoco. Son generadores de malentendidos; no puedo cometer el mismo error dos veces. ¿Joyas? Pucha, estoy misio. Mis bolcillos están más vacíos que la cabeza de Susy Díaz. ¡Ahhh! Regalo es regalo. Se lo entregaré y saldré volando antes que se desquite conmigo. Los abrazos y los buenos deseos debieron ser suficientes. Regalos, amigo secreto. ¡¿Quién fue el mal nacido que inventó todo esto?!

. . .

No estuvo tan mal. Solo un puñete, estoy mejorando.

Iósiv Bado
Imagen: Hectitor.

Nota 1: !!Que tengan unas Felices Fiestas!!
Nota 2: Me gustan los libros (novelas). Por si acaso.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Who are?


¿Quién eres? Ah, ¿Quién yo? Sí, ¿Quién eres? Ja, ja, ja, no amig@. Si sigues haciendo mal la pregunta no te la voy a poder responder. A ver, a ver, primero, tranquilízate, piensa bien, ¿ya? Ahora formúlala de nuevo. Em… ¿Quien es usted? No, mano, no. ¿Acaso estoy solo? El que no los puedas ver no quiere decir que no estén, ¿Qué no los sientes? El ruido que hacen al respirar, el olor característico que cada uno despide, el humor que ostentan. Bueno…entonces ¿Quiénes son? Carajo, no pues, pucha, mejor te doy una manito con tu interrogante, ¿esta bien? La pregunta es simple: Ejem, ¿quiénes eres tú? ¿Entiendes? ¿No, nada, nadita? Ay. Si yo te pregunto ¿Quién es usted? Seguro me responderá algo así como ‘Juan Pérez’. ¿No sientes algo de vergüenza de ser, simplemente ‘Juan Pérez’? ¿Ser sólo eso? Pero ojo, no te confundas, no me estoy burlando de tu nombre, eso nunca.

A donde quiero llegar es el porqué de querer mantenernos en una incipiente unidad personal que no hace más que brindarnos una tenue y paupérrima vida. No te aferres a una existencia monosemántica, mi amigo, en donde se sigue un libreto que se eligió desde el principio y te limitas a repetirla una y otra vez, de memoria. ¿Eso no te cansa, no te aburre, no te desespera? Desempeñando el mismo papel, en cada escena, toda la vida, noche y día, viviendo casi mecánicamente.

Como una idea, tenemos al señor Jung que nos hablaba de la ‘persona’ que la consideraba como una parte diferenciada de la personalidad, que consiste en lo que aparentamos frente a los demás, en oposición a lo que en realidad somos. O sea que, lo que llama ‘persona’ es el rol que los individuos eligen representar en la vida, la impresión global que desean transmitir de sí mismos en el mundo social exterior. Yo no me refiero, exactamente, a esta explicación psicoanalítica. Puede que parezca que lo que les digo sea la misma afirmación que realiza el señor Jung –a mi punto de vista verdadera- pero no es así, amig@. Él habla de una dualidad personal frente a nuestros semejantes, la división de la persona en dos, una interna, los que somos en realidad, y otra externa, la que fingimos ser.


Lo que a mí me interesa es sólo lo interno, nuestro verdadero yo. Eso es lo que debemos desdoblar; pero no solo en dos, sino en varias, y mientras más sean, mucho mejor. El extraño caso del doctor Jeckyll y mister Hyde es una buena referencia, pero no a su manera, con químicos y toda esa vaina, sino concientemente. El doctor Jeckyll realizó su transformación para cambiar su mentalidad, y a partir de ahí se reflejó a los otros. Lo hizo por él, para sentirse bien consigo mismo, no para figurar.

Y nosotros, ¿por qué no ir más allá? No debemos conformarnos sólo con ser dos personas, como el doctor; enriquezcámonos siendo cuantas queramos, cuantas deseamos. Abramos nuestras mentes para pensar, sentir y actuar con un variopinto de personalidades diversas, y hasta desconocidas para uno mismo. Ampliemos fronteras, conquistemos terrenos, plantemos bandera en sensaciones no experimentadas; enraicemos sobrepasando la maseta que nos detiene, absorbamos nuevas enzimas, desarrollando, de esta manera, facetas que hagan de nuestra vida una existencia más interesante y agradable.

Pucha, ya me estaba olvidando de absolver la interrogante que me propusiste, que por cierto, tuve que corregirla para responderte de manera satisfactoria y que exprese con aires sencillos el concepto de mí. Espero que cubra las expectativas de tu pregunta, y por qué no, también las mías, porque sabes, ¿quién tiene bien claro lo que uno mismo es? Pero pasemos a contestar.
¿Quiénes 'soy' yo? Pues…


Iósiv Bado
Imagen: LOWON

lunes, 7 de diciembre de 2009

Quedamos dos.


Hoy soy la sombra de un recuerdo que tuvimos,
el zapato viejo que arrojaste al vacío.
Me abandonaste sin regalarme los motivos,
con niño en brazos me quedé solo y confundido.


No era su padre, eso lo supe desde el principio;
aun eso lo tuve y lo firmé con mi apellido.
Ahora te marchas. Anda, búscate otro marido.
Maldito el día en que la doña te ha parido.


Tiene tus ojos, sus cabellos se parecen los míos
jugamos juntos y a carcajadas nos reímos.
Me dice: “papi, tú eres mi mejor amigo”,
y por la noches con la tele prendida nos dormimos.


Te agradezco por, de la casa, haberte ido,
por librarme de una vida insípida contigo;
de tener que aguantar las críticas de tus hermanas y tíos,
y peor todavía, de tus viejos, que me tildaban de vago y mantenido.


Formé mi propio hogar al lado de este hijo.
Está creciendo bien rápido, tiene seis años cumplidos,
está por terminar el primer grado y ya lee de corrido.
No tiene muchos amigos por su calidad de introvertido,
“Eso no importa papito, porque te tengo conmigo…”

¡FELIZ CUMPLEAÑOS, PA!
Gracias por estar ahí...


7.
Imagen: LOWON

martes, 17 de noviembre de 2009

Véndela, te la compro.

No sé si la habrán escuchado, yo creo que sí. Es una canción al ritmo de merengue, ese género tan pegajoso que estimula las piernas, las caderas, en fin, todo el cuerpo. Pero, ¿alguna vez nos detuvimos a oír con atención el contenido, el mensaje que encierra en sus letras? Ahora los movimientos que nos provocará serán internos.

“Te compro tu novia”, sí, así se titula la susodicha canción, que más que eso -estoy casi seguro y perdón si me equivoco- que es el verdadero sentimiento masculino, lo que se lleva por dentro, aunque se quiera negar, ¿por qué?, pues, para evitar ser etiquetado con el degradante título de machista. Creo que es natural el desear que una mujer contenga la mayor cantidad de virtudes, de esta manera, se adecué a la que tenemos idealizada, a nuestro “tipo de mujer” (pero no es para que pongan esas miradas).

Bueno para despejar dudas, pasaré a desenvolver parte por parte las estrofas, o lo que se llamen, de ésta tonadilla.

Te compro tu novia, pues tú me has dicho como es ella y me gustó la información. Entre nosotros es común (como seguro lo debe ser también entre ellas) el intercambiar información, opiniones, gustos, críticas, etc., acerca de las cualidades y caracteres de las personas del otro sexo. Como Johnny suele decir: “La información nos da poder”. Y sí que nos atrae la idea de saber cosas ajenas, debe ser por eso que tienen tanta acogida los diarios “chicha” en nuestra sociedad. Volviendo a nuestro tema, el conocer un poco más de aquella persona que nos llama la atención despierta todos nuestros sentidos y al estar tan entusiasmado, escuchamos lo que queremos oír, y volviendo la mirada a la nada, acompañada de un discreto suspiro, pensamos que hemos encontrado lo que buscábamos.

Ahora ¿que sigue?, ah sí. Me has dicho que es linda y apasionada. Claro, todo entra por los ojos, y en especial en la adolescencia. Se realiza un examen íntegro, tanto por adelante como por detrás… ajá, todo bien puesto y en su lugar. Son requerimientos que se deben cumplir para que la mujer en cuestión se adecue a nuestras fantasías. O me equivoco, mi querido Rafa. Y por supuesto, las damas sabiendo estas exigencias masculinas, están dispuestas para que nuestra vista se dé por bien complacida. También, no olvidemos que desborde cariño y constantes apapachos son siempre bien recibidos. Comodidad total.

…Es buena y adinerada. Buena... Fuera de las cuestiones externas, es eso lo que se busca en el fondo, lo que se quiere en realidad. Y, si de paso viene incluida con el monedero bien cargado, mejor aún. Como manifestaba un docente: “lo que se quiere es una mujer hacendosa, porque tiene muchas haciendas; carriñosa, por poseer varios autos y casera, porque ha de ser propietaria de numerosos inmuebles”.

No cela nunca por nada. Lógico. Muy importante e indispensable. Una víctima de esto –mi primo- con una expresión de terror en su rostro me solía decir “No hay nada peor que los celos femeninos”. Mejor lo dejo ahí, prefiero no ahondar en el tema.

…Y sabe hacerlo todo en la casa. Tocar este fragmento sí que es delicado, por lo que trataré de ser lo más sutil posible. Una mujer que tenga un Doctorado en Ciencias Culinarias y Quehaceres Domésticos siempre es bien visto y está presente en las expectativas de la mayoría, por no decir de todos. Pero, ojo, eso no quiere decir que andemos en busca de una empleada para que nos atienda en todo lo que le deseemos. No, no, no. Es simplemente que…este…, sería preferible que tratemos esta cuestión en otra ocasión.

Continuemos. No sale ni a la esquina. Bueno, entonces que salgan un ratito noma, pero sólo para abrir la puerta, mentira. Está bien eso de que se alejen de sus labores y se den un pequeño paseo para relajarse como cualquiera, es normal. Lo malo está en el tiempo que demoran para volver. He ahí la desconfianza y la preferencia de que permanezcan en casa donde las podamos ver. …no habla con la vecina. Es un rasgo -y me arriesgo a decirlo- general en las féminas el hecho de estar detrás del chisme. No es para que se molesten, (a las señoritas) pero si se sienten aludidas sólo estarían confirmando lo que digo. ¿Una prueba? Porque no, haber díganme, ¿de qué sexo conformaban el público de los programas de la señora Laura Bozo? Y seguro también que los televidentes eran todas televidentas. Ahhhhhh…

No gasta y economiza. Aquí otra de las manías propia de ellas: el comprar y comprar sin medidas. Y lo peor de todo es que tienen especial predilección por los objetos brillantes, y mientras más cifras tenga su valor, mejor para ellas. Para explicarlo mejor se me viene a la mente aquella frase de C. Defresny que decía La Mujer bella es el paraíso de los ojos, infierno del alma y purgatorio de los bolsillos. Ahí les va otra: Un hombre exitoso es aquel que hace más dinero que el que su esposa puede gastar. Una mujer exitosa es aquella que encuentra a ese hombre.

Uf!- Por último,...todo lo resuelve tranquila. Tranquilidad, eso es lo que se busca con una relación, una buena relación. Pero uno se puede encontrar con cada mujer loca e histérica que se hace un mundo con cada problema. Me aguantaré de mencionar nombres, no quiero más problemas.

Y Ud. señorita, ¿cuántos de estos enunciados cree que cumple? Y tú qué, amigo, ¿cuánto estarías dispuesto a pagar por una mujer con estas características? Bueno, primero tendrás que encontrarla, y no te auguro mucha suerte.




Lp7

Post re-editado.
Imágenes: LOWON.


jueves, 12 de noviembre de 2009

Moriré y… y nada más.


Como dijo el gran Héctor Lavoe: ‘Todo tiene su final, nada dura para siempre. Tenemos que recordar que no existe eternidad’. Cuánta razón; y la vida, en especial ella, no se escapa de esta regla. Por eso, es mejor que me adelante a su venida; tengo que dejar en orden, con respecto a mí, lo más posible.

Siempre tuve mis propios conceptos con respecto a la muerte en todas sus facetas, o sea, el -no sé si la denominación será correcta- inter mortem. En vida, miro con malos ojos, casi de burla, los rituales que tenían las personas para con sus muertos. Esta ‘necrolatría’, en especial en nuestra cultura andina, hacía que creara una barrera que me alejara de idiosincrasia a mi alrededor, inclusive, avergonzarme de ella. Costumbres distorsionadas y confusas por tratar de encontrar concordia entre lo pagano y lo impuesto por la Iglesia Católica que, combinadas, conformaban una mezcla nada armoniosa. Sin embargo, mantengo el respeto por sus actividades y por quienes las practican; estamos en un país libre y cada quien puede pensar como quiera. Es por eso que debo dejar bien en claro cuál es mi posición cuando me toque ser objeto de esas ceremonias. Los muertos también tienen derechos, por decirlo de algún modo, y concurriría un insulto grave para mi memoria que mis principios y en lo que he creído siempre sean pisoteados cuando pongan en acción sus creencias en el tratamiento de los cadáveres cuando se ocupen de mi cadáver, o lo que quede de mí.

Cuando mi cuerpo esté todo rígido, frío y comience a despedir olores nada agradables -o sea, que empiece a apestar-, y pase a formar parte de la vecindad una, nada alegre, necrópolis; hay algunas cositas que quisiera se den o, por el contrario, que continúen como están, claro, si no fuere mucha molestia. Pero si, por cosas de la vida, o porque no les diera la gana, por falta de tiempo, porque se les olvidó, porque no era nadie para ustedes, o por cualquier otra excusa que tuviesen, no puedan cumplirlas, haré lo posible -aunque sé que es inviable- de convertirme en uno de esos espíritus, fantasmas, que tanto hablan los chamanes, para hacer que mis pedidos sean hechos a carta cabal. Si quieres que las cosas salgan bien, tienes que hacerlas tú mismo.

A ver, empecemos.


Aunque en vida me comporté como un cobarde, por mis constantes despliegues de un llorón apremiante, no quiero que ustedes, mis amigos, hagan lo mismo. Mamá, mami, por favor, trata de controlarte. Papá, sé que tú lo harás. Siempre te admiré por la gran templanza que mostrabas en las situaciones de carácter sentimental durante los años que estuviste conmigo. Prométeme que te mantendrás así. Hectitor, espero que te acuerdes de mí con una sonrisa, nunca con lágrimas; aunque yo muchas veces te las haya provocado. Perdón. A los demás -si los hubiese-, si fui malo con ustedes, tienen razones para llorar, porque ya no tendrán con quien vengarse; pero si no, rían. Estaré más que satisfecho si, hasta muerto, puedo arrancarles algunas risas si trastoco en su memoria.

¿Un velatorio? ¿Para qué? No quiero descomponerme ante la mirada de la gente. Tiene que ser una cuestión privada, íntima. ¿Quién invento eso? Evítense también de aventar miradas por la vitrinita del cajón para ver mi cara, no hay tanta diferencia con la que tenía de vivo; pero creo que el morbo de ver un cadáver es más fuerte que mi petición. No tienen porque perder su sueño; en vez de velarme, son ustedes los que se van a desvelar, y eso es malo para la salud, si lo sabré yo. Además, no deseo ser el pretexto para que se amanezcan libando -disculpas a los que sí les gusta -. Así que, en esa parte, conmigo de ‘pelaron’. No malgasten el dinero que les costó, sudor y dolores de espalda, ganar, ni mucho menos maltraten su cuerpo por causa mía.

En vida, me fue lamentable ver a las personas con la ‘costumbre’ de que, si te invitan a un compromiso, por ejemplo, un matrimonio, un vaciamiento de techo, velorio, o cualquier otra celebración, los invitados lleguen con cajas de cerveza a rastras, todos sonrientes y con la frase ‘mi cariño’. Vaya cariño que se tienen. Odié y odio la cerveza. No puedo permitir que esa bebida, que tantas desgracias trajo a mi casa, a mi familia, y seguramente a muchas más, me acompañe en mis últimos momentos sobre la superficie terrestre. No, jamás. Y, qué tal si en una de esas, así borrachos, se tropiezan con el ataúd y, ¡pum!, me voy al suelo. Qué roche. Quiero entrar en mi caja y de frente al hueco, ¿no se supone que debo descansar en paz?

Una vez salteado el inútil velorio -y por esta razón, seguro todos sobrios y descansados- dirijámonos al cementerio. La caminata se los dejo a su libre disposición, con tal que no sea petulante ni pomposa. Aquí debo agregar algo que siempre me fastidió bastante: una comparsa de músicos cerrando el corte funeral como si fuese una procesión santoral. Pero, creo que sería más práctico, y cómodo para todos, llevarme directamente al cementerio en alguna movilidad, para que ustedes no me exhiban por las calles.

Siempre me gustaron las flores, verlas, admirarlas; pero de nada le sirven a un muerto. Si no me las regalaron estando vivo, ya para qué. En eso sí, mi mamá se diferenció de los demás. Siempre para los cumpleaños, en el centro de la mesa, en el florero más grande, por el volumen del contenido, ponía un ramo de flores; se veían bien y adornaban el día: el mejor de los regalos. Por eso, a ella se las puedo recibir, salpicadas por los rocíos de sus ojos…

Palabras de los presentes - si los hay- sería muy interesante escuchar. Pero que sea breve, las moscas están que me rondan. Já, es ahí donde se mandan con sobonerías: ‘era así, era asá’, sólo las partes buenas. Bah, por favor, dejen la hipocresía a un lado, si quieren hablar de mí, hágalo a carta cabal, tal como fui, o como me dejé ver, con imparcialidad. Una verdad a medias es una mentira. Pueden decir, por ejemplo: ‘era bueno, pero también era una m…’. Cómo quisiera estar presente para aplaudir al franco que me diga mis verdades; aunque estando vivo hubiese sido mejor, ¿no?

Quiero echarme en la tierra, envolverme en cubiertas de polvo que me acompañe y abrigue. Sí, eso es lo que quiero. Pues, polvo eres y en polvo te convertirás. Estoy hecho de tierra y a ella quiero volver. Caven lo más profundo que puedan, ¡pero cuidado con que el pozo se llene de agua! Eso de estar cerca del lago va ser un problema. Mejor no tal hondo. No quiero estar archivado en un nicho de cemento, prefiero acostarme con los gusanos, en el suelo. Los gusanos sí que van estar de mala suerte porque con lo poco que va quedar de mí no tendrán para llenar el buche. Ah, no les dije, claro pues, para qué desperdiciar mis órganos en alimentar gusanos, pueden llevarse de mí lo que estimen necesario, siempre quedará algo que sirva, no creo que termine tal estropeado e inútil.



Todo lo que se iban a gastar en la borrachera del velorio y de las flores, pueden invertirlo en la lápida, en la cruz o lo que me coloquen en la cabecera, aunque prefiero lo primero. Que mi sepultura tenga una fachada sencilla pero bonita, con mi nombre grabado, bien clarito, para que los borrachos, en Todos los Santos, cuando vengan a visitar a mis vecinos, sepan a quién le están pisando u orinando.

Hablando de dicha fecha, de Todos los Santos, debo hacer hincapié en esta parte. Mis pas siempre me llevaban, cada dos de noviembre, al cementerio Central para visitar a las ‘almitas’ y rezarlas. En mi niñez hacía caso sin protestar, pero cuando crecí objeté el propósito de tal actividad. ¿Por qué? ¿A qué o quién se supone que debo orarle? Cómo pueden tenerle más confianza a una ‘almita’ que a Nuestro Señor. Se dan por depositar su fe en un ser humano cualquiera, ¡y encima muerto! No pues. Veremos si les hace caso. Pero la cosa no queda en solo dedicarles plegarias, sino también ofrendas. Encima de la tumba, despliegan panes, galletas, maná, caramelos, y platos de comida; cocinan lo que al fallecido le gustaba comer en vida, me dicen, y separan una gran porción, la mejor presa, en el plato más grande, para que el muerto deguste del agasajo. Pucha, qué desperdicio, disculpen la expresión pero, qué ignorancia. Claaro, tanto tiempo, solito en el camposanto, debió darle hambre, pobrecito; una gaseosita más, no, mejor una cervecita, ¡A tu salud, muertito!

Ni se les pase por la cabeza cometer esas torpezas conmigo. Los tengo advertidos. Nada de ‘ocho días’, misas, rezos, nada de nada. Cocínense para ustedes, disfruten de los panes que preparen, adornen sus mesas con las flores que compren, pidan a Dios por sus familias, por los que viven. Tampoco me pidan milagritos a mí, en ese estado no podré ser de mucha ayuda, ninguna ayuda.

Serán muy pocos, les aseguro, quiénes vengan a visitarme a ese lugar tal lejano. Pero no importa, no creo que me dé cuenta si vienen o no, ‘porque los muertos nada saben… Me quedaré hasta el final en la tierra donde nací, donde por primera vez mis ojos fueron iluminados por el prodigio de la vida, donde di mi primer chillido, en una parcela rodeada de árboles de eucaliptos, en las laderas de lomas generosas que oyeron mi llanto; al frente del Soasi, a orillas del Titicaca, en Conima, sí, allí. Por favor, déjenme dormir, esperar en ese pueblo. Se los agradecía bastante.

Les pareceré un engreído pero, como les dije, háganlo por alguito de respeto a mi memoria.
Gracias por escucharme. Se despide, muy respetuosamente de ustedes, su servidor, J. Bayardo Chata. Hasta pronto.


Noviembre del 2009.



Lp7

Imágenes: LOWON

domingo, 25 de octubre de 2009

Operación Alzheimer

-Una malograda pe, qué mejor solución que esa. El traguito siempre ayuda; a mí me funciona, hazme caso. Cuando ando así, medio caído, unas jarritas y quedo ya no ya, como cañón. O, si quieres alguito más sabrosón, también puede ser una pitada.

No pues, Vladi. Solo quiero matar recuerdos, no neuronas. Paso, ahí nomás.




-Perdámonos, entonces, algunas horitas en el internet; y de paso, aprovechamos para practicar nuevas técnicas para que el Samorano y el Renzo ya no nos ganen. ¿Vamos?

¡Poder eliminar a todo lo que se me pongan en frente, hacerme con mis poderes, golpearlos, reventarlos, hacerlos sangrar hasta el límite, destruir su base...! Ja, ja, ja... Ay. No tengo cabeza para estrategias. No creo que pueda concertarme en manejar las armas, ni controlar a mi ejército, y así no puedo jugar, y si pierdo, solo sería para desalentarme más. No, ahí nomás, Rocoto.



Pucha, si ni los juegos me pueden distraerme, quiere decir que esto es grave. Me pregunto si de verdad venderán esas pastillas de amnesia que mencionan en las canciones. Tal vez sea mentira.

O, salir a divertirme, a conocer gente, a una discoteca.

-Anímate. Vamos a tonear un ratito. Qué te parece esta noche, ¿qué dices, te apuntas?

Puede ser. Un ambiente poco iluminado, salvo por una que otra luz juguetona multicolor, y música a todo volumen, tal vez funcione. Pero, no sé, el bullicio, tanta gente bailando, riendo, contenta, feliz de la vida. Claro, buena idea, cómo no lo pensé. Ver a los demás, como toman con ligereza la vida, ver cómo andan despreocupados sin mirar atrás, y con sus ebrias miradas, me restriegan en la cara su alegría y se burlan de mi infortunio. No gracias, mi envidia no me lo permitiría.


Y lo que puede ser peor, qué tal, si en una esas, entre las aglomeraciones, entre el gentío, ahí, en la tenue oscuridad, su mirada se cruza con la mía. Cuando estoy en pos de borrar de mi mente ese maldito, pero a la vez maravilloso y fascinante, brillo de sus ojos, me topo con ellos y me veo reflejado en sus pupilas y ella en los míos. Verla parpadear, estar pendiente de cada movimiento, arriba, abajo; ser muerto por sus pestañas cargadas de esa substancia extraña que doblega mi voluntad y me incita a adorarlos y rendirles tributo. Volverla a ver, cuando es por ella que paso por esta desazón, y se supone que fui para suprimir su imagen de mi cabeza. Encontrármela… ¡Eso sí que no!


Disculpa, Luna, pero…tengo cosas que hacer, sí, y no creo que tenga tiempo. Será para otra…

Ay... qué patético.

Y, ¿tienes alguna propuesta que me puedas ofrecer? Te agradecería tu ayuda.

7

Imagen: LOWON

“Fui lo que soy, soy lo no seré y seré lo que fui”

“La vida tal como se ha hecho para los hombres, solo puede soportarse con la mentira” *




La ficción es la vida que no fue, la que quisiéramos que fuera, que no hubiera sido, o que volviera a ser, aquella vida sin la cual la que tenemos nos resultaría trunca. Porque a diferencia del animal, que vive su vida de principio a fin, nosotros vivimos parte de la nuestra.


Gracias a los embustes de la ficción la vida aumenta, un hombre es muchos hombres, el cobarde es valiente, el sedentario nómada y la prostituta virgen, gracias a la ficción describimos lo que somos, los que no somos y los que nos gustaría ser.


La ficción no reproduce la vida: la contradice, cercenándole aquello que en la vida real nos sobra y añadiéndole lo que en la vida real nos falta, dando orden y lógica a los que en nuestra experiencia es caos y absurdo, o, por el contrario impregnando locura, misterio, riesgo a lo que es sensatez, rutina, seguridad.


Soñar, escribir ficciones (como leerlas, ir a verlas o creerlas) es una oblicua propuesta contra la mediocridad de nuestra vida y una manera, transitoria pero efectiva, de burlarla.



De Kathie y el hipopótamo.**


(*) Smone Weil.
(**) Mario Vargas Llosa.



Lp7
Imagen: LOWON

jueves, 22 de octubre de 2009

Amor, valor y dolor.


-Esta noche lo haré.

Lo noté ansioso, hasta extasiado.

-¿Estás seguro?, siempre dices lo mismo, y nunca lo haces.

-De verdad, ¿quieres ver? Oh, ahí está. Se ve tan bonita con ese vestido…

Se quedó mirándola un largo rato, con la boca ligeramente abierta. Se la comía con los ojos.

-No creo que te atrevas. Oe, reacciona, estás haciendo el ridículo, te están viendo los demás.

No me escuchó.

Había dicho lo mismo tantas veces y con otras tantas señoritas, que sus ímpetus de enamoradizo ya no me impresionaban. No le creía.

Ay, ese era uno de sus mayores defectos, mejor digámosle, una de sus manías: enamorarse a cada momento. Las ilusiones amorosas te tenía desaparecían de la misma manera que nacían, de la nada. Ay, muchacho, cuando cambiarás. Todas, bueno, para no exagerar, la mayoría de las chicas que veía, y que él consideraba bonitas, no escapaban para entrar en su lista de delirios adolescentes. Ahora su nueva obsesión había llegado –me volví- y estaba saludando al grupo de amigos a cual se unía. Y por supuesto, él continuaba sin despegar la vista de ella.

Percibí un ligero brillo en sus ojos. Era como ver a un niño frente a la vitrina de una tienda de juguetes. ¿Esta vez será en serio? ¿Debía creerle? ¿Se atreverá?

No, no lo hará. Para eso se necesita valor, mucho valor.

-Con esto tomaré valor.

Se sirvió lleeno, más que lo normal. Glu, glu, glu. Vaya forma de tomar. Se lo acabó en un instante, y pasó de frente con la segunda.

-Ahhh…

Se limpió la boca con la maga del saco. Los ojos se le abrieron como platos, parpadeó un par de veces. El trago sí que era fuerte. Me dio risa al verlo en ese estado. Me entregó el vaso y volví a llenarlo al tope. Se lo entregué chorreando.

-Mejor una más, por si acaso.

Me recibió sin contestarme y, nuevamente, se lo tomó de golpe. Ahora los ojos se le volvieron llorosos y algo confundidos. Se sacudió la cabeza. Una mueca graciosa se dibujo en su rostro, como tratando de recordar algo.

-Creo que exageraste, ah. Ja, ja, ahora no sabrás ni qué decir. Oye, ¿a dónde vas?
Súbitamente se levantó de su asiento.

-Ya vengo.

Y con el rostro serio y a paso lento pero firme, se perdió entre la demás gente. Se dirigía hacia… hacia, bueno, creo que es obvio ¿no?
Sí, ahí iba un héroe, a enfrentarse a lo desconocido, a conocer la gloria o morir en el intento. Un mártir que hizo de lado al miedo, se bebió su vergüenza y escupió la timidez. Quizá recibió con un poco de ayuda del alcohol pero igual, no había que quitarle crédito a su actuar.

Aunque no lo veía, me lo imaginaba. Guiado por una locura irresistible, avanzaba, ¡Sí, hazlo!, avanzaba ¡No te detengas!, avanzaba ¡Ya falta poco, unos pasos…!

.....

Cuando volvió estaba sonriente, feliz.

-¿Y?

Tomó un trago, y se quedó viendo el vaso, que estaba a medias, como si se tratara de un objeto raro, haciéndola rotar entre sus dedos, la examinaba detenidamente.
-Nada -hubo una pausa- ¡Que se vaya a la mierda!

Diciendo esto se terminó el resto.

No entendía. Giré la cabeza, la busqué. Allí estaba, mejor dicho, estaban. Bailando en el centro de la pista, abrazados… besándose.

Sonrió de nuevo, hice lo propio, luego una carcajada, le seguí. Y los dos:

-JA, JA, JA... ¡Por ellas! ¡SALUD!


Lp7
Imágenes:LOWON.

jueves, 15 de octubre de 2009

‘Boquita de Caramelo’

Recién eran las once y diez, tenía tiempo todavía. No sabía qué hacer y la flojera frenaba el intento de hojear un libro.

El sol brillaba con fuerza, el cielo despejado, un vientecillo travieso se paseaba refrescando el ambiente. ¿Qué podía hacer? Relajarme y tener un momento de ocio o permanecer sentado en una fría sala de la biblioteca, con el cuello doblado, los dedos congelados, el trasero entumecido, tratando de memorizar nombres de señores uniformados ajenos del afeitador y fechas desconocidas, totalmente extrañas para mí, cuando ni siquiera yo mismo podía -tampoco me interesa- recordar bien mi cumpleaños.

Mientras analizaba las alternativas, unos gritos llegaron a mí. Las voces daban a entender que se trataba de muchachos, y no me equivoqué. Por donde pasaba, en una de las canchas deportivas, había un grupo de jóvenes disputándose una apasionante y sudorosa pichanguita. Parecía estar interesante, así es que me detuve a observarlos.

Lo que me llamó la atención no eran las jugadas que realizaban, los pases o los tiros de gol. No, nada de eso. Sino que los gritos que había escuchado al principio, antes de acercarme, eran en realidad un arsenal de las más carismáticas y selectas lisuras. Toda una metralla de ellas que, combinadas entre sí, una tras otra, se remitían recíprocamente de un jugador a otro, como quien reparte abrazos en navidad o año nuevo, algo así.

Y vaya que se mandaban unas buenas, de todos los calibres y potencias. Verían la intensidad con la que las pronunciaban, la especial energía que empleaban al soltar cada palabra que, al escucharlas, (recordé mis días de colegio) me producían una carcajada incontenible. De verdad, muy gracioso. Pero su repertorio se limitaba a repetir las mismas de siempre, -no tienen la originalidad de Ismael- las ya conocidas por la mayoría y que siempre están, lamentablemente, presentes en nuestro vocabulario.

Pero dirán, ¿qué de extraordinario hay en todo esto? Y tienen razón, ya no tiene nada de raro.
Las ‘malas palabras’ están tan enraizadas en el léxico diario, que nos parece normal escucharlos a cada momento, y porque no, también decirlos en cada oportunidad.
Pero he aquí una inquietud que ahora les comparto: realmente, ¿es necesario el hacer uso y hasta abuso de ellas? ¿Qué buscamos con su utilización? ¿Por qué continuar mancillando nuestro idioma? que por cierto, gracias también al aporte de la jerga, está más ultrajada que meretriz en carnavales.

Los practicantes de este ‘lenguaje’-y no puedo excluirme- manifiestan tener diversos motivos para expresarse como lo hacen.

Por una parte declaran que por costumbre. Como mencionaba arriba, estamos rodeados de estos vocablos malsonantes que se nos pega y terminamos adoptándolo como propio. Estar en constante contacto, oírlas seguido incitan a su usanza. Funciona como cualquier moda, uno ve -en este caso escucha- e imita.

Otros hablan de practicidad. Con un vete a la m…estamos dando a entender de manera clara y breve, por decirlo así, nuestro deseo de querer alejar, mostrar un desacuerdo de forma brusca a la persona a quien va dirigida el mensaje. Es más rápido. Sí, seguro, y el receptor también será rápido en entender.

Pone énfasis a lo que decimos. Supongo que se refieren a que podrían ser exclamaciones de las emociones que vivimos en el momento, tratadas como interjecciones. Una respuesta que me parece más aceptable. No se les ha escapado un ajo -a mí sí- al hacerse morder los dedos con las gavetas u otro tipo de golpes fortísimos, o cuando nos salen mal las cosas; o un hijo de p… con una persona a quien le tenemos especial inquina; o cuando la selección milagrosamente mete un gol; es tanta nuestra euforia que adornamos el grito: ¡GOOOOLL, c*nÇh%tu...!!!!! Palabras ‘especiales’ en situaciones especiales.

Estamos entre varones, es normalazo pe’ weon. Una contestación digna de quien me la dio. En fin. O sea que, ¿entre nosotros tenemos cabida para dejar que nuestra boca dispare a diestra y siniestra lo que nos sabemos?, no tanto así tampoco. Eso de 'estamos entre varones' está dando a entender que las groserías son exclusivas y con sello masculino, y no es así. Las mentadas de madre también tienen su origen en labios pintados de colorete. Claro, como no existen diferencias de género, ellas adoptan las artes del mal hablar, y cuando se trata de decirlas, no tienen reparo ni límites; hasta creo que nos ganan. Algo muy interesante.

No sólo se puede lastimar a una persona con golpes al físico, sino que también al espíritu. Aquí la soecidad desempeña el papel de lastimar. Su finalidad es la de agredir al otro por medio de la violencia verbal. Se debe tener especial atención con lo que se dice. Las palabras dichas son como las piedras que se lanzan, si las arrojan, ya no vuelven.

No hay que olvidar que: Para hablar y comer pescado hay que tener mucho cuidado.

Y, ¿te consideras un ‘boquita de caramelo’?, ¿cuáles son tus excusas para ‘piropear’ a tus amig-@s?

Pero tal vez me respondan: Y a ti, qué xuxa te importa… Pero igual.
Imagenes:LOWON.
Post reeditado.
Lp7

miércoles, 30 de septiembre de 2009

¡No voltees!


Ya no había lugar y el bus estaba por salir. Pasé un rápido vistazo por los asientos sin mirar a nadie, pucha, ya no hay sitio. Avancé despacio por el pasillo con maletín en mano, oh, ahí hay uno. Ocupé rápidamente el asiento que daba al pasillo, casi al final. Me senté enseguida. Apurado como estaba no me fijé en mi vecino, ni le pegunté si estaba ocupado el asiento, y como no me dijo nada, asumí que no.
Me puse cómodo. Posé el maletín en mis muslos, revisé la hora, crucé los brazos y di un-ahhh…-largo bostezo. El carro emprendió la marcha.
El timbrar de un celular me despertó. No era el mío, así que volví a cerrar los ojos. Fui en ese momento donde caí en cuenta. Al oír que contestaban lo supe, supe quien viajaba a mi lado. Es su voz, es ella, apreté con fuerza los ojos, ¿por qué a mí, por qué ahora?
No había duda. El recuerdo de aquella vocecilla que por varios días hizo eco en mi cabeza, desde aquella vez, y que con tanto esfuerzo había tratado de olvidar, volvió, y estaba ahora conversando, riendo, a milímetros de mí. Todo por las puras.
¡Cómo no me di cuenta!
Debió ser por la prisa que no me percaté quien iba ser mi compañero de viaje, con un chequeadita hubiese bastado. Pero qué le vamos hacer, será de compartir el asiento. ¿Y ella, me habrá visto? No, no creo. ¿O sí? Ojalá que no.
Seguía escuchándola. Traté de mirarla de reojo ¡No lo hagas! No lo hice. Ahora recuerdo que tenía la cabellera larga, eso debía de ayudar. Seguro le cubría la vista hacia los lados y no le permitirá verme. Felizmente. Bendito sea su pelo…
¿Qué debía hacer? Pues, es obvio, no. Habrá que decirle algo, no puedo quedarme callado, le hablo, ¿De qué? No sé cualquier cosa, siquiera un saludo ¿Y luego? Este…hum. Mi mente estaba en blanco. Sí que das pena, ah.
La desesperación era tal que el control me abandonaba. Mis manos sudaban, los dedos tamborileaban frenéticamente mis costados y los pies se movían inquietos. ¡No voltees, aguanta!
Un momento. Pero si ni siquiera sabía si se acordaba de mí, me estaba haciendo paltas por gusto. Puede que no, y al hablarle yo, me miraría sorprendida. “Qué le pasa a este atrevido”, pensaría.
Acaso eres un cobarde. Ay, tanta vaina, lo haré. Si me toma como loco, no me importa, además, empezar nunca ha sido fácil. Si pasa algo malo, pues, que pase, al menos no me quedaré con la incertidumbre de saber qué hubiese pasado. Pues de una vez, no la hagas larga. Tomé aliento y…
-Hola
No fui yo.

Lp7