Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaria escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo. SALVADOR ELIZONDO, El Grafógrafo.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Carta a un hermano.



Querido hermano:

Qué tal. Cómo estás. Aprovecho en escribirte esta carta para hacerte llegar nuestros saludos por tu día: ¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS, HERMANO!!! Mamá te manda muchos besos, y Mary también, y por supuesto, un fuerte abrazo y un apretón de manos de parte del viejo y del pequeño Miguel. Y no te olvides de mí; te mando el saludo especial que teníamos ¿te acuerdas?, el de los pies y las manos; espero que no te hayas olvidado de cómo se hacía; no creo además, si fuiste tú quien lo inventó.

Aquí todos estamos bien. Sabes, mamá está como loca con su cocina nueva. Si pues, al fin pudo convencer al viejo para que se lo comprara; aquel mismo, el de la tienda, con el que siempre soñaba. No para de cocinar. Cada día nos sorprende con las comidas más desconocidas. Es que como de regalo venía acompañado con El Exquisito Libro De La Cocina Latinoamericana, no para de lucirse con platos internacionales. Y vaya que la estamos pasando bien todos, todos excepto Mary. Ya no sabe qué hacer con tanta comida, dice que está engordando como una chancha y que muy pronto se va hinchar tanto como la señora Francisca la que vende carnes en el mercado. Es una exagerada. Mamá le sirve siempre como a un gato, una porcioncita miserable, y aun eso se sigue quejándose. Contrató a Miguel para que le ayude a solucionar el problema: le paga para que se coma su plato. Poco a poco los cachetes y la barriga del chico se van inflando más y más. Se ha vuelto un goloso. Él gustoso se comería el plato de Mary gratis, hasta le creo que le pagaría. Le estoy diciendo que no coma tanto pero la mamá está complacida con el apetito voraz que se está manejando. “Está en etapa de crecimiento”, le justifica, mientras le va pellizcando sus carnosas mejillas. Lo que es yo, veo que solamente se está haciendo más grande para los costados. En cambio, Mary va feliz con su bendita dieta de agua y lechuga. Pero eso de ‘feliz’ es de dientes para afuera, porque con lo rico que está cocinando mami, no puede aguatarse. Uno de estos días va a explotar de la desesperación. La he visto metiendo la mano a la olla para picar algo, y, claro, ella lo niega. La semana pasada, la mamá preparó todos los favoritos de Mary. Pobrecita, menudo dilema en el que se encontraba. Los pucheros que hacía, sus ojitos miraban vidriosos. Miguel la provocaba para que cayera, “Uhmm, uhmm”, iba saboreando sin misericordia, “uhmm, uhmm. Mary, ¿no quieres?” Los labiecitos le temblaban, parecían pronunciar algo bien despacito, solo para ella; como si se estuviese dando fuerzas a sí misma. A las finales más pudo su estómago que su orgullo. Terminó pidiendo aumento (Jajajajaj). Quiere ser más bonita aún. Ay, cosas de adolescentes, de mujercitas adolescentes. Cuando no, cuidando su apariencia. ¿Te acuerdas cuando me llegó a mí? Ese verano iba a cumplir 14, como regalo me escribiste aquel cuentito. Era mi favorito. Lo leía siempre; aunque en ese entonces no capté su esencia, lo que quisiste decirme con esa historia. Ahora sí. Me preparas para lo que me veía, y vaya que fue difícil. Me empezaron a gustar las chicas, salía con ellas y todo; la vergüenza se había esfumado. Fue como dijiste: “Tus ojos se abrirán”, y de qué manera lo hicieron, hermano. El peine en mi bolcillo, los pantalones jeans, las poleras; todo era nuevo. Papá era quien no me entendía. Es cierto, te dan unas ganas de discutir igual a igual, y lo hacía. Levantaba la voz, pero te recordaba y me aguantaba. Es como si no se acordara de cuando él tenía esa edad. Pero no te preocupes, ya dejé de comportarme así; además, el colegio se va este año y las niñerías se van con él. Sí, hermano. ¡Iré a la universidad! Y adivina a que carrera seguiré. Ajá, ¡DERECHO! Quiero seguirte, hermano, tomaré la posta, cumpliré el anhelo del viejo. Será feliz.

Ah, y por sus cosas ni te preocupes, están como las dejaste. Solo tomé algunos libros, y, por supuesto, no olvidé ponerlos en sus respectivos lugares. Tenías razón, no existe nada mejor. Creo que me contagiaste tu vicio. Y eso que yo te decía que te habías convertido en un ‘estudiosito demente hipermaniaco convulsivo’ con las horas que pasabas encerrado. Ahora el que casi no recuerda de como pinta la luz de sol soy yo. Tus libros son chéveres. Cuando agarro uno no lo suelto hasta no poder leer “fin”. Ya terminé con todas la de Verne y desde el mes pasado estoy con Conversación en La Catedral. Vaya libro más obeso; recién voy por la cuarta parte y ya son casi dos semanas. Parece que el viejo está a punto de prohibirme estar en mi habitación por más de quince minutos seguidos. Dice que me estoy pareciendo mucho a ti, y eso lo pone un poco triste y un poco feliz a la vez. (Sonríe con gusto mientras sus ojos le traicionan con lagrimillas difíciles de ver). Ese viejo. Sabes, le costó mucho hacerse la idea de que te fuiste. Aquel día, aunque trató de mantener la templanza, cedió al llanto. Volteó la mirada mientras te iban bajando. Fue la primera vez que lo vi así. Con lo duro que es el viejo. Pero no te quiero poner triste; ahora ya está mucho mejor. Hablando de él, te cuento que ya dejó esa tonta manía de teñirse el pelo. Le dije que tú nunca lo aceptabas y que te avergonzarías sabiendo que su padre sigue comportándose como un chiquillo acomplejado. Me castigó por lo que le dije, pero al final mis palabras dieron frutos y ahora sus canas florecen a sus anchas por su cabeza. La mamá sigue como siempre invulnerable a los arañazos del tiempo. Permanece con su piel tan lozana como siempre. Bueno, ya se recuperó, ya está como antes (los fluidos salados de sus ojos marchitaron su rostro). Su pelo continúa incólume: todo negrito y sedoso. Uno que otro pelito blanco, pero tienes que buscarlos con lupa para verlos. En su trabajo va igual, está que se parte el lomo en su chamba y lo digo casi literalmente. Ya sabes cómo es ella, no desperdicia las oportunidades. Dice que el negocio va viento en popa. Va con el viejo porque señala que la demanda hace que la falten manos para atender a su clientela, con lo mal que le cae ver a un comprador desatendido. A mí me dejan en casa, nomás. El viejo estableció que nada debe distraerme de mis estudios. Pero ni creas que tiene que ver con el colegio, nacalapirinaca, hermano. Mi preparación preuniversitaria arrancó el lunes pasado. Además, como saben bien que para los trabajos manuales soy un completo inútil, me encargan la custodia de la casa (le estoy quitando la chamba al Hueso).

En cuanto a mí, lo tengo todo bien planeado. Iré a la universidad, terminaré mi carrera, conseguiré trabajo, me compraré mi carro y tendré mis hijos. ¿Qué te parece? Nada mal, ¿no? Y tú que decías que era la persona más desorganizada de la familia. Jajajay.

Ya, ya sé que quieres saber noticias sobre ella. Bueno, no te desesperes. Ahí van. Primeramente, sigue tan bonita como siempre, igual como la dejaste: la naricita respingada y desafiante, los ojitos somnolientos y sarcásticos, y su sonrisa anda siempre dibujando figuras juguetonas. La caminadita insinuante que tenía, pues, la tiene todavía. De un lado para el otro, balancea su cabellera al compás de sus pisadas entrecruzadas. Más coqueta que nunca la niña. Pero no pongas esa cara; lo digo de la mejor manera. Sabes que nunca andó en malas. Ha sido la mujercita de siempre, tu mujercita, de la que enamoraste, hermano. Eso si te digo, t-te advieerto, no hay pendejito que no la venga afanando. Pero ella, pam pum, los bota de fresa, sin mucho trámite. No se deja atarantar con cualquier vago pituco de esos del San Román o de la Galeno. Eso sí, hermanito, tengo que decírtelo aunque mamá me mandó que no te dijera nada para que no te preocupes, porque sé que te gustaría estar enterado. Pues, por debajo del hermoso rostro de la señorita, la he visto asomarse el desconsuelo; una maldita tristeza que echa a perder lo bello de su carita. Como cuando la mamá solía ponerse así por lo del viejo, igualito. Me odiarás por lo que diga, pero, cómo me enseñaste, las cosas como son: es por causa tuya, también.

La verdad, sabes, me da rabia al ver que haces llorar a tanta gente. A mí también. Tu partida fue un choque muy duro para todos. No debiste irte. Causaste mucho daño, hermano; más de lo que crees. Pensé que la familia se venía abajo, que no había nada que nos sacase del fondo. El mundo se nos fue encima. Fue muy triste, más que triste. El viejo estaba muerto en vida. Andaba con los ojos hundidos y la mirada perdida, la boca hecha una línea insípida y cara desteñida. La mamá, bueno, creía que se iba a morir de la pena. Pobre seño. Si no fuese por esa fuerza que tiene, se nos iba también. Pero, gracias a Dios, las cosas están volviendo a su nivel. Aunque ya haya pasado más de un año y los torrentes de lágrimas hayan bajado su cantidad y tratamos que lo cotidiano ungüente nuestras heridas.

No, no te hemos olvidado, José, te tenemos presente. Y te prometo algo: cada vez que tu recuerdo venga a visitarme, me haré la idea de que te tengo a mi lado, contándome tus historias; te veré y te sonreiré. Les diré a todos que hagan lo mismo, al pequeño, a Mary, al viejo, a Luna y la llorona de la mamá. Es más, ahoritita mismo me estoy riendo con ganas. Me siento mejor. Gracias.

Quise ser lo más breve posible. Lo fui, ¿verdad? Entonces solo me queda decirte adiós, hermano, sigue pasándola bien, como siempre. Chaufas, Joselo.

Saludos de

Tu hermanito.

P.D. Le dije a mamá que no te gusta que gasten dinero en flores, pero ella insiste. Ya ves cómo es de terca. No hay una sola semana que no vaya al cementerio, dizque a visitarte. Y ni te cuento lo que está pensando en hacer para Todos los Santos. Aunque te enojes, dice. Habrás que darle gusto, nomás.


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Imagen: LOWON

martes, 9 de noviembre de 2010

Los curas son como cualquiera.

Por: Carmen Gonzales.

La semana pasada vimos en la TV a un cura teniendo sexo con una mujer casada en Trujillo. Es que son como cualquier humano, pero obligados a tener doble vida y a dar doble discurso. O sea, a vivir en la hipocresía.El celibato es la soltería seguida de abstinencia de toda actividad sexual. Exigencia contra la naturaleza humana. Podrán asumirla hombres excepcionales, pero no cualquiera. ¿Cómo un sacerdote normal y corriente va a poder servir a Dios desde el celibato, si posee una naturaleza humana que llama a su sexualidad? La realidad dice que sus oraciones no son suficientes para detener el impulso sexual. Se ven obligados a practicar una sexualidad escondida. Además, no los seleccionan con rigurosidad científica, sino ¿por qué tantos curas pederastas?En el monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección, en Cuernavaca, México, hace muchos años se instaló la práctica del psicoanálisis entre los monjes de la comunidad. Los trabajos se centraron en problemas específicos que afrontaban como el alcoholismo, las depresiones o la homosexualidad. A consecuencia de la terapia, como se señala en el libro Los Volcanes de Cuernavaca (2007, p. 84) salieron a relucir tópicos muy importantes como patologías sexuales, rechazos a la mujer, reducido desarrollo emocional, depresiones, entre otros temas.Fue reconfortante comprobar que el psicoanálisis sacó lo mejor de los monjes. Crecieron como personas en todos los aspectos. A nivel personal, resolvieron muchos conflictos que redundaron en una mejor vocación y una mejor oración . Muchos abandonaron la vocación, pero otros empezaron a vivir una religión bien entendida. La experiencia fue publicada en Le Monde en 1962. ¿Qué hizo el Vaticano? Amonestó al director de la comunidad –el cura belga Lemercier– prohibiendo la práctica del psicoanálisis y cerrando finalmente el monasterio. ¿Quién lo explica?

De: peru21.pe/