Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaria escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo. SALVADOR ELIZONDO, El Grafógrafo.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Niño, no llores.


No digas te vas a poner a llorar. Qué tienes, ya estás viejo ya. Como si fuera gran cosa. Hay tanta gente que lo está pasando peor que tú. Debería darte vergüenza llorar por pequeñeces. Te estuve advirtiendo desde principios de mes, pero, tú, terco, no me entendiste, o no quisiste entender. Sécate la cara, se te va a maltratar los cachetes. Fuerza, pues, muchacho, valiente. Acaso necesariamente tienes que estar ‘feliz, feliz’ a cabalidad. No existe un día en el que uno se sienta con una dicha absoluta. Siempre se van presentar cosas que bien nos hace enojar o llorar. Yo prefería estar iracundo que triste. Toma, suénate la nariz. Así es la vida, ya debería estar acostumbrado a ella. Es sólo un nombre, no una regla que deba cumplirse; es una etiqueta comercial, un logotipo que atrae a incautos y los envuelve, los manipula. La gente se deja llevar por un ánimo cursi e irracional. No comprendo porque te dejaste arrastrar también, si te expliqué. Conversamos sobre esto, sí o no. Te dije, bien claro, que no te ilusionaras por gusto, que no te estés imaginado la noche perfecta. Todos contentos, en casa, tomado chocolatito caliente; riendo, con el ambiente musical de fondo; sentados festejando la Noche Buena. Eso es una utopía, simplemente eso. Te dije que nunca pasaría, y que esperaras lo que se viniera y te conformaras con ello. Acaso no te lo dije. Si lo sabré yo... Supongo que es por tus años que no tomaste bien en cuenta lo que hablamos. Me haces recordar a mí mismo, cuando tenía tu edad. Sí, me recuerdas lo tonto que también fui entonces. Quería que no pasaras por lo mismo, por lo que pasé. Los niños son tan fantaseadores. Me dan lástima. No saben que al llegar la noche de navidad, tal vez no haya nada frente a ellos esperándolos. ¿Y qué hacen? Se ponen a llorar, como tú. O tal vez sus padres no están con ellos, o estén, pero riñendo, o quién sabe, algo más, sacándose la mugre. Macho, pues. Mira, me sobró un pedazo de Sublime. Toma, aquí está. Cómetelo, te hará bien. ¿Mejor? Uy, ya está goteando, hay que apurarse. Termino de llevar estas cajas y nos vamos. Hum… ¿te gustaría ir a la plaza a pasear un rato? Pero primero te tranquilizas, o no vamos. Yo no camino con llorones. Ponte bien ese chullo. Va caer un aguacero de melas, el cielo está bien negro.

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Imagen: LOWON.

martes, 7 de diciembre de 2010

Es hora.


El final es sólo otro comienzo. Es rebobinar la existencia tenida, y esperar, sólo esperar. Me alegra haberme preparado para este momento. Llegó la hora.

Para ser sincero, tengo algo de miedo; no debí decir eso. No he de dejarme llevar por emociones vanas que no hacen más que trastocar el temple que debe reinar en ratos como estos. Respirar profundo y pausado es la forma de mantener la calma; de tener conmigo de la mano el control elemental que caracteriza a todo ser que se considere racional.

Cuando las cosas se ponen feas, tengo mi propia fórmula para esquivar los efectos adversos que la mala suerte carga consigo: simplemente relajo los músculos faciales y hago que, poco a poco, una sonrisa se explaye a sus anchas. Una sonrisa siempre ayuda, ante cualquier circunstancia. Pero, ojo, no cualquier sonrisa. No una como de conformismo o de mera felicidad, sino una con sabor a autosuficiencia, a arrogancia, una que diga yo, yo, y yo. Hacer como si te sintieras en la cima de todo, con laureles celestiales coronando tu cabeza, con el cáliz de la infinita sabiduría en la izquierda y en la diestra, la espada bañada del poder concentrado del universo; con las miradas de admiración fijas en tu porte, y con los rivales rendidos y agonizando bajo tus pies. Es la cara que quiero mostrar, la expresión que quiero ostentar cuando la muerte se me ponga en frente.

Quisiera haberme despedido de mamá. No le hubiese dicho que vendría, que llegaría en una hora; fue una mala idea. Seguramente, debe estar preparando algo para cuanto se supone que debía llegar. Así es la doña. Nunca deja de estar pendiente de mí. La comida puesta en la mesa esperándome, calientita y hecha a mi agrado, tu favorito, hijito, cómete. Y las preocupadas interrogantes: cómo estuviste, hijito, ¿bien?, te habrás abrigado bien, esta haciendo un frío horrible, deberías llevarte una frazada más, seguro te estás congelando por la noches y tú te aguantas sin decir nada, no debes dejar hacerse calar de frío, es malo, hazme caso, hijito, sino de viejo vas estar quejándote de los huesos igual que tu padre.

El viejo, mi viejo, caray. Siempre con sus poses de altivez y jactancia. Aunque fue poco lo que tenemos, no deja que las cuestiones patrimoniales menoscabe el grueso orgullo que lleva encima. Áspero en su expresar, con mirada de ojos pardos que reconocían el hedor de la mentira como un sabueso infalible, de pasos presurosos y selectos a la vez, con modales reducidos y, sobre todo, fiel devoto de la pulcritud personal.

Lo estoy oyendo: Puntualidad, hijo, sé puntual y responsable para todo; también me decía: si vas hacer una cosa, hazlo bien o mejor no lo hagas; y sobre todo recitaba: la arrogancia te alejará de la mediocridad, no lo olvides, hijo, nunca los hagas. No lo hice, papá, no lo lo olvidé.

Su nulo entusiasmo para celebrar el día del padre es lo que más puedo resaltar del particular carácter del señor. Más que poco gusto, detestaba esa fecha. Solo debíamos dejarlo en paz para que de verdad le deseáramos un feliz día. Nunca se me será celebrado ése día, cuanto me hubiese encantado. Pero en fin.

Los voy a extrañar. Qué bueno que se me permitió tener a mis padres conmigo. Un privilegio único del que se ignora tener. Vaya, lástima de que no pueda poder ver como se les va plateando la cabellera o sus pieles frunciéndose por todos lados. Oir sus comentarios de como mi barba se me va haciendo más espesa y tupida con los años. ¿Cómo hubiese sido todo?

Soñé con que me pasara alguna vez; me dije: algún día veré la versión reducida de mí, dormido profunda y cómodamente en mi brazos, un ser que llevase mi nombre y me llamase papá. Que cuando de niño practicase pelea con mis piernas, que sus manitas puñetearan mi espalda, se colgase por mi cuello queriendo que lo elevase por sobre mí, con la manos levantadas imaginando que ya es grande, mucho más que yo. Llevarlo a la escuela, cruzar de la mano en las esquinas, dejarlo una cuadra antes de llegar para evitar ser vistos por sus compañeritos; forrar sus cuadernos, asistir a las reuniones, pegar en lo alto de su habitación el diploma que trajera cada fin de año. Pucha, tantas cosas por hacer y que nunca podrán ser.

Ya falta poco, ¿y si les llamo? No, qué diciendo, no entenderían. Solo espero que la noticia no les sea muy agresiva. ¿Quién irá a dárselas? La escucharan en la radio o la verán en la televisión. Mejor así.

Gracias que no pueda ver a mi madre llorar, creo que no lo soportaría. Ya hablamos de esto varias ocasiones, aun en contra de su voluntad. No le era agradable escuchar hablar sobre morir. No digas esas cosas, hijo, se quejaba y me mandaba callar.

No debí tomar este bus. Cobraba barato el pasaje y mi bolsillo daba pena, no tenía opción; además, nadie es adivino.

Bueno, es en la siguiente curva: el camión invadirá nuestro carril y el resplandor de aquellas luces serán lo último que veré. El niño de al lado comienza a llorar, también sabe lo que se avecina.

Estoy consciente, y agradecido por todo. No sé si se podrá recordar pero haré lo posible por conservar mis recuerdos, y a ustedes con ellos. Espero ser digno de ser recordado también. No hay por qué temer, a todos nos ha de llegar; simplemente me tocó, solamente me adelanté un poco, nada más. O o, es hora. Me despido de ustedes, su amigo de siempre. Ad…


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Imagen: LOWON

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Carta a un hermano.



Querido hermano:

Qué tal. Cómo estás. Aprovecho en escribirte esta carta para hacerte llegar nuestros saludos por tu día: ¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS, HERMANO!!! Mamá te manda muchos besos, y Mary también, y por supuesto, un fuerte abrazo y un apretón de manos de parte del viejo y del pequeño Miguel. Y no te olvides de mí; te mando el saludo especial que teníamos ¿te acuerdas?, el de los pies y las manos; espero que no te hayas olvidado de cómo se hacía; no creo además, si fuiste tú quien lo inventó.

Aquí todos estamos bien. Sabes, mamá está como loca con su cocina nueva. Si pues, al fin pudo convencer al viejo para que se lo comprara; aquel mismo, el de la tienda, con el que siempre soñaba. No para de cocinar. Cada día nos sorprende con las comidas más desconocidas. Es que como de regalo venía acompañado con El Exquisito Libro De La Cocina Latinoamericana, no para de lucirse con platos internacionales. Y vaya que la estamos pasando bien todos, todos excepto Mary. Ya no sabe qué hacer con tanta comida, dice que está engordando como una chancha y que muy pronto se va hinchar tanto como la señora Francisca la que vende carnes en el mercado. Es una exagerada. Mamá le sirve siempre como a un gato, una porcioncita miserable, y aun eso se sigue quejándose. Contrató a Miguel para que le ayude a solucionar el problema: le paga para que se coma su plato. Poco a poco los cachetes y la barriga del chico se van inflando más y más. Se ha vuelto un goloso. Él gustoso se comería el plato de Mary gratis, hasta le creo que le pagaría. Le estoy diciendo que no coma tanto pero la mamá está complacida con el apetito voraz que se está manejando. “Está en etapa de crecimiento”, le justifica, mientras le va pellizcando sus carnosas mejillas. Lo que es yo, veo que solamente se está haciendo más grande para los costados. En cambio, Mary va feliz con su bendita dieta de agua y lechuga. Pero eso de ‘feliz’ es de dientes para afuera, porque con lo rico que está cocinando mami, no puede aguatarse. Uno de estos días va a explotar de la desesperación. La he visto metiendo la mano a la olla para picar algo, y, claro, ella lo niega. La semana pasada, la mamá preparó todos los favoritos de Mary. Pobrecita, menudo dilema en el que se encontraba. Los pucheros que hacía, sus ojitos miraban vidriosos. Miguel la provocaba para que cayera, “Uhmm, uhmm”, iba saboreando sin misericordia, “uhmm, uhmm. Mary, ¿no quieres?” Los labiecitos le temblaban, parecían pronunciar algo bien despacito, solo para ella; como si se estuviese dando fuerzas a sí misma. A las finales más pudo su estómago que su orgullo. Terminó pidiendo aumento (Jajajajaj). Quiere ser más bonita aún. Ay, cosas de adolescentes, de mujercitas adolescentes. Cuando no, cuidando su apariencia. ¿Te acuerdas cuando me llegó a mí? Ese verano iba a cumplir 14, como regalo me escribiste aquel cuentito. Era mi favorito. Lo leía siempre; aunque en ese entonces no capté su esencia, lo que quisiste decirme con esa historia. Ahora sí. Me preparas para lo que me veía, y vaya que fue difícil. Me empezaron a gustar las chicas, salía con ellas y todo; la vergüenza se había esfumado. Fue como dijiste: “Tus ojos se abrirán”, y de qué manera lo hicieron, hermano. El peine en mi bolcillo, los pantalones jeans, las poleras; todo era nuevo. Papá era quien no me entendía. Es cierto, te dan unas ganas de discutir igual a igual, y lo hacía. Levantaba la voz, pero te recordaba y me aguantaba. Es como si no se acordara de cuando él tenía esa edad. Pero no te preocupes, ya dejé de comportarme así; además, el colegio se va este año y las niñerías se van con él. Sí, hermano. ¡Iré a la universidad! Y adivina a que carrera seguiré. Ajá, ¡DERECHO! Quiero seguirte, hermano, tomaré la posta, cumpliré el anhelo del viejo. Será feliz.

Ah, y por sus cosas ni te preocupes, están como las dejaste. Solo tomé algunos libros, y, por supuesto, no olvidé ponerlos en sus respectivos lugares. Tenías razón, no existe nada mejor. Creo que me contagiaste tu vicio. Y eso que yo te decía que te habías convertido en un ‘estudiosito demente hipermaniaco convulsivo’ con las horas que pasabas encerrado. Ahora el que casi no recuerda de como pinta la luz de sol soy yo. Tus libros son chéveres. Cuando agarro uno no lo suelto hasta no poder leer “fin”. Ya terminé con todas la de Verne y desde el mes pasado estoy con Conversación en La Catedral. Vaya libro más obeso; recién voy por la cuarta parte y ya son casi dos semanas. Parece que el viejo está a punto de prohibirme estar en mi habitación por más de quince minutos seguidos. Dice que me estoy pareciendo mucho a ti, y eso lo pone un poco triste y un poco feliz a la vez. (Sonríe con gusto mientras sus ojos le traicionan con lagrimillas difíciles de ver). Ese viejo. Sabes, le costó mucho hacerse la idea de que te fuiste. Aquel día, aunque trató de mantener la templanza, cedió al llanto. Volteó la mirada mientras te iban bajando. Fue la primera vez que lo vi así. Con lo duro que es el viejo. Pero no te quiero poner triste; ahora ya está mucho mejor. Hablando de él, te cuento que ya dejó esa tonta manía de teñirse el pelo. Le dije que tú nunca lo aceptabas y que te avergonzarías sabiendo que su padre sigue comportándose como un chiquillo acomplejado. Me castigó por lo que le dije, pero al final mis palabras dieron frutos y ahora sus canas florecen a sus anchas por su cabeza. La mamá sigue como siempre invulnerable a los arañazos del tiempo. Permanece con su piel tan lozana como siempre. Bueno, ya se recuperó, ya está como antes (los fluidos salados de sus ojos marchitaron su rostro). Su pelo continúa incólume: todo negrito y sedoso. Uno que otro pelito blanco, pero tienes que buscarlos con lupa para verlos. En su trabajo va igual, está que se parte el lomo en su chamba y lo digo casi literalmente. Ya sabes cómo es ella, no desperdicia las oportunidades. Dice que el negocio va viento en popa. Va con el viejo porque señala que la demanda hace que la falten manos para atender a su clientela, con lo mal que le cae ver a un comprador desatendido. A mí me dejan en casa, nomás. El viejo estableció que nada debe distraerme de mis estudios. Pero ni creas que tiene que ver con el colegio, nacalapirinaca, hermano. Mi preparación preuniversitaria arrancó el lunes pasado. Además, como saben bien que para los trabajos manuales soy un completo inútil, me encargan la custodia de la casa (le estoy quitando la chamba al Hueso).

En cuanto a mí, lo tengo todo bien planeado. Iré a la universidad, terminaré mi carrera, conseguiré trabajo, me compraré mi carro y tendré mis hijos. ¿Qué te parece? Nada mal, ¿no? Y tú que decías que era la persona más desorganizada de la familia. Jajajay.

Ya, ya sé que quieres saber noticias sobre ella. Bueno, no te desesperes. Ahí van. Primeramente, sigue tan bonita como siempre, igual como la dejaste: la naricita respingada y desafiante, los ojitos somnolientos y sarcásticos, y su sonrisa anda siempre dibujando figuras juguetonas. La caminadita insinuante que tenía, pues, la tiene todavía. De un lado para el otro, balancea su cabellera al compás de sus pisadas entrecruzadas. Más coqueta que nunca la niña. Pero no pongas esa cara; lo digo de la mejor manera. Sabes que nunca andó en malas. Ha sido la mujercita de siempre, tu mujercita, de la que enamoraste, hermano. Eso si te digo, t-te advieerto, no hay pendejito que no la venga afanando. Pero ella, pam pum, los bota de fresa, sin mucho trámite. No se deja atarantar con cualquier vago pituco de esos del San Román o de la Galeno. Eso sí, hermanito, tengo que decírtelo aunque mamá me mandó que no te dijera nada para que no te preocupes, porque sé que te gustaría estar enterado. Pues, por debajo del hermoso rostro de la señorita, la he visto asomarse el desconsuelo; una maldita tristeza que echa a perder lo bello de su carita. Como cuando la mamá solía ponerse así por lo del viejo, igualito. Me odiarás por lo que diga, pero, cómo me enseñaste, las cosas como son: es por causa tuya, también.

La verdad, sabes, me da rabia al ver que haces llorar a tanta gente. A mí también. Tu partida fue un choque muy duro para todos. No debiste irte. Causaste mucho daño, hermano; más de lo que crees. Pensé que la familia se venía abajo, que no había nada que nos sacase del fondo. El mundo se nos fue encima. Fue muy triste, más que triste. El viejo estaba muerto en vida. Andaba con los ojos hundidos y la mirada perdida, la boca hecha una línea insípida y cara desteñida. La mamá, bueno, creía que se iba a morir de la pena. Pobre seño. Si no fuese por esa fuerza que tiene, se nos iba también. Pero, gracias a Dios, las cosas están volviendo a su nivel. Aunque ya haya pasado más de un año y los torrentes de lágrimas hayan bajado su cantidad y tratamos que lo cotidiano ungüente nuestras heridas.

No, no te hemos olvidado, José, te tenemos presente. Y te prometo algo: cada vez que tu recuerdo venga a visitarme, me haré la idea de que te tengo a mi lado, contándome tus historias; te veré y te sonreiré. Les diré a todos que hagan lo mismo, al pequeño, a Mary, al viejo, a Luna y la llorona de la mamá. Es más, ahoritita mismo me estoy riendo con ganas. Me siento mejor. Gracias.

Quise ser lo más breve posible. Lo fui, ¿verdad? Entonces solo me queda decirte adiós, hermano, sigue pasándola bien, como siempre. Chaufas, Joselo.

Saludos de

Tu hermanito.

P.D. Le dije a mamá que no te gusta que gasten dinero en flores, pero ella insiste. Ya ves cómo es de terca. No hay una sola semana que no vaya al cementerio, dizque a visitarte. Y ni te cuento lo que está pensando en hacer para Todos los Santos. Aunque te enojes, dice. Habrás que darle gusto, nomás.


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martes, 9 de noviembre de 2010

Los curas son como cualquiera.

Por: Carmen Gonzales.

La semana pasada vimos en la TV a un cura teniendo sexo con una mujer casada en Trujillo. Es que son como cualquier humano, pero obligados a tener doble vida y a dar doble discurso. O sea, a vivir en la hipocresía.El celibato es la soltería seguida de abstinencia de toda actividad sexual. Exigencia contra la naturaleza humana. Podrán asumirla hombres excepcionales, pero no cualquiera. ¿Cómo un sacerdote normal y corriente va a poder servir a Dios desde el celibato, si posee una naturaleza humana que llama a su sexualidad? La realidad dice que sus oraciones no son suficientes para detener el impulso sexual. Se ven obligados a practicar una sexualidad escondida. Además, no los seleccionan con rigurosidad científica, sino ¿por qué tantos curas pederastas?En el monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección, en Cuernavaca, México, hace muchos años se instaló la práctica del psicoanálisis entre los monjes de la comunidad. Los trabajos se centraron en problemas específicos que afrontaban como el alcoholismo, las depresiones o la homosexualidad. A consecuencia de la terapia, como se señala en el libro Los Volcanes de Cuernavaca (2007, p. 84) salieron a relucir tópicos muy importantes como patologías sexuales, rechazos a la mujer, reducido desarrollo emocional, depresiones, entre otros temas.Fue reconfortante comprobar que el psicoanálisis sacó lo mejor de los monjes. Crecieron como personas en todos los aspectos. A nivel personal, resolvieron muchos conflictos que redundaron en una mejor vocación y una mejor oración . Muchos abandonaron la vocación, pero otros empezaron a vivir una religión bien entendida. La experiencia fue publicada en Le Monde en 1962. ¿Qué hizo el Vaticano? Amonestó al director de la comunidad –el cura belga Lemercier– prohibiendo la práctica del psicoanálisis y cerrando finalmente el monasterio. ¿Quién lo explica?

De: peru21.pe/

martes, 12 de octubre de 2010

Hipnos.



Somos dos lágrimas que nacen en silencio,

gotas de sal que se confunden en la lluvia,

simples viajeros en el mar de una mejilla

que buscan juntas esconderse de la tristeza.


Tú vas al frente, yo cargo el misterio,

incognitas que se disfrazan de novia,

huelo tu recuerdo y sabe a manzanilla,

te siento mía aunque no tenga certeza.



Nos escuchamos, y en la penumbra reímos;

imagino que entre las sombras nos unimos.

Solo en abrazos nuestros corazones laten,

corremos libres sin cadenas que nos aten.



Seamos rivales que enfrenten la vida,

lidiemos fieros armados de coraje,

marchemos firmes entonando canciones,

sigamos los sueños que nos apasionen.


Partamos de inmediato al encuentro con la risa,

surquemos distancias ligeros de equipaje,

aceleremos el paso que la ruta se aleja.

y por la noches descansaremos en tus cejas.



Finjamos odio para saborear reencuentros,

seamos infieles para perdonarnos siempre;

miente con ganas que no te creo nada,

siente vergüenza al despertar con tu amante.



Somos ladrones que deambulan de noche.

Huyamos raudos con el botín que tenemos;

permuta mis huidas por tus fantasías

que hoy fugaremos hacia la estrella que elijas.


Somos ideas conversando a medianoche,

discutiendo mil temas que no conocemos,

creamos vacíos e inventamos caricias

que construimos mientras al cielo tú miras.



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Imagen: LOWON

domingo, 5 de septiembre de 2010

Loca.


Creo que lo amo. No puede ser, te lo dije. Es que… tenía que contárselo a alguien, no aguantaba más. Me alegra que fueras tú. Además, es la primera vez que me pasa. Estoy tan feliz.

No sé por dónde comenzar. Ya, ya. Bueno, fue cuando hicimos grupo, para el trabajo de filosofía, ¿te acuerdas? Se le veía tan lindo con ese suéter plomo, y su peinado de lado; creo en ahí me enamoré de él. Es que no sabes, me quedé mirándolo por horas, pero de reojo, para no levantar sospechas. Cómo se reía, ¡ay!, sabía tantas cosas.

Con cualquier escusa, trataba de acercármele. A ratos le acariciaba la espalda, subrepticiamente, parecía que se daba cuenta y a veces no. Es que es medio tímido, es otra cosa que me gusta.

El otro día: como la habitación de Fausta era pequeña, hacía un calor maldito. Pusimos nuestras casacas en un rincón, para combatir el sopor que invadía. Cuando noté que todo mundo se enfocaba en lo suyo, me deslicé y me atreví a coger su abrigo. El perfume de su cuerpo, para mi deleite, había dejado su rastro en la prenda que tenía acariciando suavemente mi rostro. La aspiraba una y otra vez, casi frenéticamente, misma bolsa de terocal. Me era tan excitante. Qué haces, interrumpió la metiche de Luna. Nada. Esa cojuda, me echó a perder ese momento tan sublime. Lo bueno es que de verdad es una cojuda, así es que no comentó nada.

Poco a poco nos fuimos haciendo patas. Salíamos juntos de clase, íbamos tomar el bus, juntos también; en él nos sentábamos lado a lado, y entre empujones compartíamos contactos. Lo de él era un simple juego, con sus golpes bruscos; pero para mí, eran las mejores caricias que por su parte podía recibir. Al menos por el momento, porque pronto, muy pronto serán de verdad. Si no fuera porque somos tan iguales, cosa que, lamentablemente, nos separa. Se convierte en la prohibición de no poder llegar a más.

Con el tiempo, la duda se fue convirtiendo en certidumbre: lo amaba, como nunca había amado a nadie, como nunca me puedo imaginar amar a una mujer. Me hizo aceptarme a mí mismo, es otra de las razones por las logra que me rinda a sus pies. Rompió mis cadenas, me abrió la puerta.

Ya no me importa el qué dirán. Lo amo y es todo lo que sé, y debes saber. No miraré hacia atrás, de ahora en adelante sólo me dejaré llevar por mi corazón. Daré paso a la ilusión que reprimía dentro durante tanto tiempo. Haber dime: ¿Acaso dos hombres no pueden ser felices juntos?

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martes, 3 de agosto de 2010

Aun despierto... (II)




Te aprisiono en mis brazos para que te vayas,

para ver si con la lluvia de mi costado escapas,

y, te encuentres mañana, acariciándole las alas;

y yo, aquí, compartiendo el lecho con fantasmas.



Tus alegrías me dan la espalda,

me ignoran, me largan y dejan de lado.

Esquivas mis voces, mis rezos y tratos.

Suplico piedad y retiras tu mano.



Acabo de rodillas, humillado en el fango;

los brazos caídos, rendidos de cansancio;

con la poca dignidad hecha pedazos,

con la fe gacha y los pies desterrados.



No sé si de verdad te amé,

quiero creer que de un hechizo desperté.

No sé si de verdad que quise,

quiero imaginar que nunca estuviste.



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viernes, 23 de julio de 2010

Y los declaro... ¿ah?


Mi postura es única, clara y directa.

Se dice que los homosexuales son personas que tienen los mismo derechos que cualquiera; estoy de acuerdo. Y que, por ende, están en la libertad de ejercer sexualidad con entera libertad, como cualquiera. Aquí, no. No y no.

¿Acaso debemos tomar con total naturalidad que, yendo a nuestro centro de labores, nos encontramos a dos señores entrelazados cariñosamente o de la mano? ¿Hemos de verlo como algo ‘normal’? No y no.

Que, al toparnos con una ceremonia, distingamos que en medio de la lluvia de los granos arroz que los invitados arrojan, a la pareja que sale contenta luego de haber estampado sus respectivas rúbricas en el acta de matrimonio. Ambos salen para mostrar ante todos que su unión conyugal se ha consumación legalmente. La mujer saluda con la mano a los presentes para luego, en un abrazo, besar a su pareja: otra mujer. Sí, pues, se casaron porque tenían tanto en común, incluso con respecto su sexo.

Para ayudarme jurídicamente, mencionaré uno de los principios generales que existen para mantener un ambiente de convivencia armónica en una sociedad; el cual es que, tenemos el deber de respetar y hacer que se respete el orden público y las buenas costumbres. En estas líneas, no encuentro otro ejemplo más representativo que contravenga las leyes naturales, que el que dos personas de genitales símiles contraigan nupcias.

Una persona, un ser vivo común y corriente, ni por el uso más básico y primitivo de su instinto puede tratar de buscar emparejarse con alguien que comparta su sexo. No, nunca, jamás.

Me reafirmo: NO y NO.

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martes, 29 de junio de 2010

Lo gay está de moda.


A pesar de lo ridículo y patético que se ve -y debe ser por eso- atrae nuestra atención.

Uno se sienta un rato a distraerse viendo lo que nos tiene la televisión, y se da cuenta que en la mayoría de los programas tienen en sus filas la presencia algún personaje homosexual. Esta persona, ya sea un mero homosexual o un imitador, es el centro de las miradas, como conductor del espacio o como un invitado. Parece que el incluirlos en sus segmentos se está convirtiendo en un ingrediente esencial en la búsqueda insaciable de algunos puntitos más de audiencia por parte de los señores de la tele.

La participación gay en la pantalla chica cautiva a los ojos curiosos; pero, a mi parecer, no de la forma que ellos esperan. Confiarán, seguramente, que con sus apariciones demuestran lo normal de su desenvolvimiento y la abolición de la discriminación que padecen. Creo que se equivocan.

El comportamiento que tienen, de por sí, ya es algo cómico. Se trata de una parodia de las maneras propias de una mujer. Ellos, al no ser poseedores de una genuina naturaleza femenina, se portan torpes, haciendo exageraciones en sus ademanes, gestos y posturas, acciones que despiertan la gracia y la burla en los demás.

Por ejemplo, el señor Carlos Vílchez, que en Lima Limón interpreta a la popular ‘Carlota’, que es el foco, la chispa del programa del mediodía. En los sketchs de los cómicos que salen los sábados en la noche, no falta uno que la pegue de gay y se encargue de hacernos carcajear. Paolín y Kenyi, de El Especial del Humor, son los que se llevan mis mejores aplausos. Siguiendo la línea, y concluyendo, los estilistas Carlos Cacho y Koki Belaunde, sin hacer mayor esfuerzo, me parecen unos payasos; aunque no lo busquen.


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jueves, 20 de mayo de 2010

Aún despierto...(1)


Cuando te veo deslizar por el aire,

por en medio de la neblina,

mis ojos le agradecen al cielo

por el milagro de la vida.



Cuando te veo reflejada en cada gota,

con tu sonrisa que salpica y moja.

y la frescura con la que cantas

la misma que llega por la madrugada.



Furtiva y en secreto por la ventana,

caminas en silencio descalza;

respiras con violencia recatada,

y en conjunto nos embriagamos en calma.



Noches eternas sin sentido

que descansan en sábanas sucias,

esperando, con ansias locas, aquel alivio

que emerge cuando mi nombre pronuncias.



Desfallecen tus párpados dolidos,

los toco cuando oscilan con el viento,

los remiendo utilizando mis nervios

rogando que al despertar lo hagan contentos.



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sábado, 24 de abril de 2010

¡No dejemos que lo niños vayan a ellos!


Dejad que lo niños se vengan a mí, y no se los impidan. Estas son las palabras que nuestro señor Jesucristo ofrece a los más pequeños como muestra de que, aun siendo menudos, somos muy importantes para Él y que forman parte de Su reino. Los niños, antes esta expresión, aceptan a Jesús en sus corazoncitos y se hacen su amigo. Porque el que recibe a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el me recibe a mí, recibe al que me envió. En las navidades recordamos cómo también Cristo fue un niño, uno como cualquiera, con la inocencia propia de esa edad, con la sonrisa pura que refleja la más inmaculada de las inocencias. Porque quien no es como un niño, no entrará en el reino de los cielos.

Pero, sus miradas cándidas, sus mundos infantiles fueron destruidas por la peor inmundicia que puede existir sobre la faz de la tierra. Un crimen atroz que el peor de las muertes no es suficiente castigo para aplacar tal agresión. Por más que el monstruo fuese quemado vivo, el agravio quedará perpetuamente.

Los enfermos sexuales están al acecho, camuflados de la manera más astuta para que cuando divisen a sus víctimas, de un momento a otro, se dejen llevar por sus demonios imperceptiblemente. Están disfrazados de todo, por ejemplo, pueden vestirse con hábitos, calzar enormes mitras sobre sus cabezas, llevar una cruz colgando de sus nucas, y pararse en un púlpito a repetir citas bíblicas que no practican porque son totalmente ajenas a ellos.

Sacerdotes perversos que sacian lo que sus retorcidas mentes logran concebir corrompiendo a menores que, abusando de su condición de ‘padrecitos’, da rienda suelta a la suciedad de su ser.

Donde se supone que uno va para buscar refugio, consuelo, ayuda espiritual, a Dios; se da con la sorpresa que el encargado no es más que un bastardo de Satán. ¿Que ya ni en las iglesias podemos estar a salvo? ¡Por Dios!, a dónde vamos a parar. Esta ‘casa de oración’ se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos para los niños, donde, sin exagerar porque es cierto, pueden salir ultrajados sexualmente.

Se podría decir que no son todos los curas; pero ¿qué espera la Iglesia Católica para sancionar drásticamente a esta gente?, -si es que aún se le puede llamar así-. Me pregunto: ¿Los han separado, siquiera, de sus cargos? El que se supone que es el ‘representante’ del Altísimo en la tierra ¿se ha pronunciado para condenar estos actos, para repudiar a los involucrados y solidarizarse con las víctimas colaborando con ellas en sus denuncias? No lo creo. Continúa sentado en su sillón, seguramente muy cómodo y con la panza llena; con su cetro de oro que le sirve para rascarse donde no alcanza, disfrutando de lo que le queda de vida de la manera más suntuosa que se pueda imaginar. Como no pasara nada, sigue amenazándonos con que el cuento que Dios nos va castigar si no obedecemos lo que la iglesia nos ordena que hagamos.

Y si eso no fuese suficiente, hay otras denuncias que señalan la existencia de una red de prostitución homosexual. Sí, allí, pues, en la misma ‘santa sede’. Qué escándalo.

Si fuese católico me estreñiría de vergüenza al saber que mi líder religioso da muestras de amparar delitos sexuales en agravio de niños. Es ahora cuando me conforto de no compartir sus mismos dogmas.

Y en nuestro medio, ¿qué dice la mayor autoridad del clero católico en el Perú, Juan Luis Cipriani, sobre estos temas? Pues, nada. Prefiere meterse en discusiones más interesantes para él. Claro, le gusta estar intercambiando palabras con funcionarios del gobierno sobre pastillas, incluir en sus sermones sobre cómo no dejarnos influir por gobiernos extranjeros, defendiendo las cuotas que le corresponde por parte del Estado, o criticando los candidatos que cuestionan su autoridad. Tiene temas más importantes por los cuales luchar, claaaro, defendiendo siempre los intereses de sus feligreses. Todo en nombre de Dios. Sí, como no.

A dónde iremos a parar…

Nota: Solo me queda pedir, que no los dejes caer en tentación (a los curas violadores), y nos libre de todo mal (en especial de los que visten sotana). Amén.


Atte.:J.Bayardo Chata Pacoricona.

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viernes, 16 de abril de 2010

En venta.


¿Cuánto me das por él? Está nuevo, prácticamente nuevo. Son pocas las ocasiones en las que se le dio uso, pero igual, por breves momento. Es una ganga, vamos, no dejes pasar esta única oportunidad, llévatelo. Tiene sus partes completas, accesorios y todo, no le falta nada. Está conforme y en perfecto funcionamiento. Además las piezas son originales, tal como fue sacado de fábrica. Y eso incluye a la alarma. Ninguna mano extraña tuvo acceso a su interior, el sistema central se encuentra enteramente incólume. No necesita ni mantenimiento, ni lo necesitará por mucho tiempo, porque acabo de realizarlo hace poco, yo mismo de encargué de eso, personalmente. Pero nada interino, sólo se trató de la limpieza, pulida y aceitada, todo superficial. Por los documentos ni se preocupe, el papeleo, en lo que le concierne, está en regla; además, se encuentra inscrito en el registro correspondiente, conjuntamente con el seguro; así que, por lo legal, no tiene por qué preocuparse. El trámite de traslado de propiedad no es complicado, bastará con comparecer ante un notario y listo. Una firmita por aquí y otra por allá, y llegará a ser la absoluta dueña de esta maravilla. No podrá negar que el precio es de regalo. No habrá lugar donde le propongan una oferta mejor que la que le doy; y no se olvide que es sólo por hoy. No la deje pasar, usted. Ah, me olvidaba mencionárselo, si se lo lleva, le damos una garantía de por vida. Ya no tendrá de qué temer. Qué más le puedo brindar. Bueno, ya, si eso le parece poco, con esto no puede rechazarme. Por tratarse de usted, le ofrezco mi corazón a… ¡A cambio de una sonrisa suya! Qué dice. ¿Cerramos el trato? ¡VENDIDA! Aquí tiene su boleta. Gracias por su compra.

Imagen: Lowon.

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