Y qué más te da. Lo que hice, lo hice con plena conciencia, y no me arrepiento de nada. Todo por ella, lo que sea; eso y más todavía. Así que no vengas a decirme que me humillé. Además, si a amar le llamas humillarse, me alegra haberlo hecho. Estoy orgulloso de mí mismo. Es cierto, me postré a sus pies, le rogué, le supliqué, puedes elegir el término que quieras, la cuestión es que le dije lo que tenía que decirle, y punto. El amor verdadero es olvidarse de sí mismo, de eso se trata, y, si es necesario caer rendido y avasallado, no hay por qué mirar a atrás, ni alrededor. Sólo existe ella y nadie más, y si mi dignidad se me es resquebrajada, no me importa, con tal de complacerla y colmar su felicidad.
Supuse que tú nunca me aceptarías a su lado, es por eso que no te dije nada, para evitar conflictos posteriores; pero veo que éstos igual se dieron. Tu egoísmo configuraba un gran obstáculo que me apartaba de ella. Tu maniaco egocentrismo empañaba las perspectivas que me tenía trazado en esta nueva vida que encontré encallando en su ribera.
Por favor, entiende, la quiero de verdad, quizá tal vez como nunca querré a otra mujer. Quiero que me apoyes en este nuevo rumbo que estoy emprendiendo. Sé el fiel cayado que necesito, de la misma manera como yo lo he sido contigo. Amigo, no te alejes de mí, te quiero en mi esquina. Debemos continuar siendo uno. Somos uno.
José, por favor, entiende.
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Imagen: HAGO DIBUJITOS