Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaria escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo. SALVADOR ELIZONDO, El Grafógrafo.

lunes, 24 de octubre de 2011

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Fue ella quien disparó, así sin más. Resultó certera en su intento de victimarme. Me reventó el pecho cuando me dijo que no iba más. No comprendí, no comprendo, le dije. No me contestó. Le rogué, le dije por qué. Partió.
Sus palabras parecían recién alcanzar a mi cabeza. Se… se fue…, pensé. Los grifos de mis ojos se abrieron. Lloré. Parpadeaba repetidas veces mientas el dolor fluía por mi cara, mojándola toda. Se había marchado el amor de mi vida y había llegado a mi lado la muerte. Sollocé con más fuerza. Duele de verdad, te partes a la mitad de tanto sufrimiento. Un cubito de hielo te recorre del cuello al vientre, y en viceversa, y se pasea así, una y otra vez.
Seguí llorando, hasta ahora.
Pero, de improviso, me puse de pie. Restregué lo húmedo de mi cara y caminé. Un suspiro traicionero se dejo escapar. Tomé el valor que me quedaba, saqué el poco aliento de los bolcillos; corrí como si tuviese tres piernas, la tomé del brazo, la tuve de frente, le dije… le dije…
No recuerdo qué le dije. No importa lo que hablé. Solo se quedó viéndome. Sus ojos temblaban. También rompió en llanto.
Nuestros labios enmudecieron, nuestros ojos lloraron. Así nos quedamos, es así como la recuerdo y así quiero recordarla. Nuestos ojos llorosos, nuestros labios sonriendo.

Imagen: LOWON

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lunes, 10 de octubre de 2011

Sin palabras.



Sabes, ha pasado tiempo desde nuestro encuentro. ¿Te acuerdas? En ese entonces creí, quise creer que todo había terminado. Al principio no lo acepté, me decía que cómo podía terminar algo que ni siquiera había empezado. Luego, me obligué a hacerme la idea que todo debía quedarse así, que si las cosas no se daban, no tendría por qué forzarlas. Y en momentos parecía que el olvidarme de todo se había cumplido, que me eran indiferentes las cosas con respecto a ti. Pues, me mentía. Nuevamente, poco a poco, con el pasar del tiempo, todo lo que sentía por ti volvía a retoñar. No, nunca se había borrado, como pensaba, siempre estaba ahí, dentro de mí, aguardando el momento para florecer de nuevo, cuando dejase por fin de reprimir el querer para contigo. Fue cuando, de repente, toda esta verdad se me presentó de golpe y me dijo que no podía fingir más, que no debía continuar engañándome.

Al principio me conformaba solo con verte; así iba alimentando mis ansias, mis ganas de poder decirte lo que he ido callando hasta ahora: Que quiero que me creas cuando te digo que te quiero; que quiero que me dejes ser el que camine a tu lado; que entiendas este gran cariño que estoy sintiendo por ti; que me permitas tomarte de la mano, y que, simplemente, me digas… me digas… que sí.



Imagen: LOWON.

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