Mi postura es única, clara y directa.
Se dice que los homosexuales son personas que tienen los mismo derechos que cualquiera; estoy de acuerdo. Y que, por ende, están en la libertad de ejercer sexualidad con entera libertad, como cualquiera. Aquí, no. No y no.
¿Acaso debemos tomar con total naturalidad que, yendo a nuestro centro de labores, nos encontramos a dos señores entrelazados cariñosamente o de la mano? ¿Hemos de verlo como algo ‘normal’? No y no.
Que, al toparnos con una ceremonia, distingamos que en medio de la lluvia de los granos arroz que los invitados arrojan, a la pareja que sale contenta luego de haber estampado sus respectivas rúbricas en el acta de matrimonio. Ambos salen para mostrar ante todos que su unión conyugal se ha consumación legalmente. La mujer saluda con la mano a los presentes para luego, en un abrazo, besar a su pareja: otra mujer. Sí, pues, se casaron porque tenían tanto en común, incluso con respecto su sexo.
Para ayudarme jurídicamente, mencionaré uno de los principios generales que existen para mantener un ambiente de convivencia armónica en una sociedad; el cual es que, tenemos el deber de respetar y hacer que se respete el orden público y las buenas costumbres. En estas líneas, no encuentro otro ejemplo más representativo que contravenga las leyes naturales, que el que dos personas de genitales símiles contraigan nupcias.
Una persona, un ser vivo común y corriente, ni por el uso más básico y primitivo de su instinto puede tratar de buscar emparejarse con alguien que comparta su sexo. No, nunca, jamás.
Me reafirmo: NO y NO.
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Imagen LOWON