Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaria escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo. SALVADOR ELIZONDO, El Grafógrafo.

domingo, 25 de octubre de 2009

Operación Alzheimer

-Una malograda pe, qué mejor solución que esa. El traguito siempre ayuda; a mí me funciona, hazme caso. Cuando ando así, medio caído, unas jarritas y quedo ya no ya, como cañón. O, si quieres alguito más sabrosón, también puede ser una pitada.

No pues, Vladi. Solo quiero matar recuerdos, no neuronas. Paso, ahí nomás.




-Perdámonos, entonces, algunas horitas en el internet; y de paso, aprovechamos para practicar nuevas técnicas para que el Samorano y el Renzo ya no nos ganen. ¿Vamos?

¡Poder eliminar a todo lo que se me pongan en frente, hacerme con mis poderes, golpearlos, reventarlos, hacerlos sangrar hasta el límite, destruir su base...! Ja, ja, ja... Ay. No tengo cabeza para estrategias. No creo que pueda concertarme en manejar las armas, ni controlar a mi ejército, y así no puedo jugar, y si pierdo, solo sería para desalentarme más. No, ahí nomás, Rocoto.



Pucha, si ni los juegos me pueden distraerme, quiere decir que esto es grave. Me pregunto si de verdad venderán esas pastillas de amnesia que mencionan en las canciones. Tal vez sea mentira.

O, salir a divertirme, a conocer gente, a una discoteca.

-Anímate. Vamos a tonear un ratito. Qué te parece esta noche, ¿qué dices, te apuntas?

Puede ser. Un ambiente poco iluminado, salvo por una que otra luz juguetona multicolor, y música a todo volumen, tal vez funcione. Pero, no sé, el bullicio, tanta gente bailando, riendo, contenta, feliz de la vida. Claro, buena idea, cómo no lo pensé. Ver a los demás, como toman con ligereza la vida, ver cómo andan despreocupados sin mirar atrás, y con sus ebrias miradas, me restriegan en la cara su alegría y se burlan de mi infortunio. No gracias, mi envidia no me lo permitiría.


Y lo que puede ser peor, qué tal, si en una esas, entre las aglomeraciones, entre el gentío, ahí, en la tenue oscuridad, su mirada se cruza con la mía. Cuando estoy en pos de borrar de mi mente ese maldito, pero a la vez maravilloso y fascinante, brillo de sus ojos, me topo con ellos y me veo reflejado en sus pupilas y ella en los míos. Verla parpadear, estar pendiente de cada movimiento, arriba, abajo; ser muerto por sus pestañas cargadas de esa substancia extraña que doblega mi voluntad y me incita a adorarlos y rendirles tributo. Volverla a ver, cuando es por ella que paso por esta desazón, y se supone que fui para suprimir su imagen de mi cabeza. Encontrármela… ¡Eso sí que no!


Disculpa, Luna, pero…tengo cosas que hacer, sí, y no creo que tenga tiempo. Será para otra…

Ay... qué patético.

Y, ¿tienes alguna propuesta que me puedas ofrecer? Te agradecería tu ayuda.

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Imagen: LOWON

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