Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaria escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo. SALVADOR ELIZONDO, El Grafógrafo.

martes, 9 de febrero de 2010

Oído eterno a la música.



Luego de casi haberme dormido en clase, llego a casa con ganas de echarme a mis anchas sobre la cama. Mis pasos se muestran lerdos, los zapatos no hacen más que arrastrarse aburridos. El único estímulo que me alienta a continuar son un cuarto tibio, una taza de café caliente, una silla esponjosa y cómoda, y, el remedio para la fatiga: la voz risueña del Veco dejando escapar una porción de chistes. Las clases terminaban tarde y llegaba sólo para oír el final de su programa. En el Show del Veco: La hora del recreo, presentaba el relator de noticias. Los chistes, aunque malos o buenos, trataban de provocarte risa, incluso haciéndote cosquillas en las axilas para arrancarte la más ligera sonrisita. Los de Brutolandia, los machistas, de suegras, eran los mejores. Eran… Esta noche no sé… no será igual.

La facilidad con que conseguía comunicación con periodistas internacionales para pedir sus cometarios, era increíble; pareciera como si se conociera con todo profesional renombrado que conociera de deporte. Era un verdadero honor para quien escuchase su voz saliendo del programa de don Emilio. Se conocía los deportes al derecho y al revés, todos, no sólo el fútbol. Tampoco se limitaba sólo a comunicar resultados deportivos; los comentaba, interpretaba y predecía, y vaya forma poética de hacerlo. Cada palabra al aire era literatura. Recitaba definiciones, explicaciones, y si así hablaba, no me imagino cómo será su pluma. Todo un bate.
Como todo gran hombre, dejó huella por donde pasó. Respetado, querido y admirado por sus colegas, dentro y fuera del país. Lo copioso de sus conocimientos fue disperso por la patria para el deleite de los amantes del deporte.

Aunque oriundo de los lares charrúas, se afilió peruano. Supo sentirse rojo y blanco hasta por encima que cualquiera de los nacidos en esta tierra. Mientras otros desean huir del país, él optó por quedarse y hacerse peruano y, porque no decirlo, morir peruano.

Sé que para él no vale de nada lo que ahora se habla de su persona, en cambio para nosotros todas sus palabras quedaran presentes en la mente de quieres disfrutamos de su palabra.
Oído a la música, señor Veco.

"Es definitivo, yo ya no me voy, incluso ya tengo reservada cama en el "Parque del Recuerdo" de Lurín, donde está enterrada mi señora, ahí está Lolo Fernández, está Toto Terry, Juan Joya, así que de noche vamos a conversar largo y tendido, más tendidos que nunca (risas)" . "El Veco"


7
Imagen: RPP.