Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaria escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo. SALVADOR ELIZONDO, El Grafógrafo.

lunes, 22 de febrero de 2010

A mí con cuentos.

Se cogía un lado de cabeza con la diestra, con el codo apoyado en la mesa; sus ojos estaban cerrados. La veía mal, cansada, medio enferma. Ah, claro, sus pastillas. Los busqué inmediatamente, debían estar en el cajón de la mesita de noche de mamá. Aquí están. Corrí a alcanzárselas. Toma, mami. Le acerqué una tacita con agua. Para que se te pase el dolor de cabeza, con agüita más. Se me quedo viendo, algo extrañada. Me recibió las pastillas y el agua que le ofrecía. Finalmente sonrió. No era una sonrisa de agradecimiento, sino una cargada de hilaridad, como si hubiese cometido una ocurrencia. Gracias, hijito. Me abrazó, aún riendo.

Algunos años después de aquella escena, caí en cuenta de cuál era el motivo de su risa para conmigo. Ella creía que un niño –seis años en ese entonces- no podía entender una explicación acerca de para qué, realmente, servían esas pastillas. Cuando recuerdo ese momento, lo hago con cierta… vergüenza, que se convierte en cólera. Cómo pude ser tan ingenuo, tan estúpido.

Me daba curiosidad la estricta continuidad con que se tomaba una píldora diaria; creo que hasta más. Noté también que tenía varias tabletas, montones de ellas escondidas en su cómoda, muchas. Siempre, después del almuerzo, día tras día, mes tras mes, ininterrumpidos. Llegaba del colegio y la tableta, al lado de una taza, me esperaban sobre la mesa. Uno de esos días, me atreví a preguntarle. Son para el dolor de cabeza, hijito. Si me duele, me tomo uno y se me pasa. Le creí. Ahora, lamento haberlo hecho. ¿Qué tan difícil era decirme la verdad? Por miedo, vergüenza, o no sabias cómo. ¿Por qué? Son pastillas anticonceptivas, pepito, me las tomo para no tener hijos.

Algo tan simple. Sí, ese era su verdadero nombre: pastillas an-ti-con-cep-ti-vas, no ‘pastillas para el dolor de cabeza'. Debiste decirme, mami, ¿por qué no lo hiciste? Acaso temías que te iba preguntar la interrogante más ‘incomoda’ que tienen que sortear los padres, alguna vez, frente a sus hijos: ¿De dónde vienen los bebes? Nunca se me habría pasado por la cabeza hacerte pasar por un rato así -enrojecer, sudar, tartamudear, toser- tratando de que me expliques en qué consiste la reproducción humana. Además, tampoco quería que me faltases el respeto narrándome el cuento de la cigüeña que entrega paquetes o de la abeja que anda picando a las mamis inflamándoles la barriga.


Para felicidad de todos -en especial para mí- existen, ahora, diversos medios, fuentes como la televisión, la radio, los libros, de dónde se puede conseguir información acerca del tema. Yo confío, sobretodo, en estos últimos. Gracias a páginas bien ilustradas, pude conocer contenidos tachados como tabú. Aparte, me libre de tener que escucharlos pronunciar ‘genitales’, ‘pene’, ‘vagina’, ‘relaciones sexuales’…, palabras que venidas de los padres de uno, no suenan nada agradables, haciendo de la conversación muy embarazosa, para ambos.

Ahora es mi hermano menor quien me aborda con sus inquietudes sobre sexualidad. Para no confundirlo, por la complejidad y delicadeza de la cuestión y para que tenga un amplio panorama, puse a su disposición los libros y folletos que a mí me ayudaron. Espero que sean suficientes para despejar sus dudas y se forme un buen y correcto concepto del sexo. Pero hay cosas que siempre se pasan y términos que son necesarios aclararle. A veces me agarra de improviso, mientras miramos la tele o en medio de una partida de casinos: “Hermano: ¿qué es orgasmo?, ¿qué es masturbación?, ¿qué es bisexual?, ¿qué es excitación?, ¿qué es…?”. La cosa es mantener la calma y ordenar bien las ideas. No cometeré los mismos errores de mis pas’. A ver, hmm…Pues, orgasmo es…


Iósiv Bado


Imagen: LOWON.